Muchos de los escritos de Domingo Faustino Sarmiento, se leen con interés todavía en la actualidad no sólo por sus valores literarios sino también por lo valioso de su pensamiento. En su libro Viajes por África, Europa y América, narra sus impresiones por las regiones y países que recorrió entre 1845-1847. Ya es notable que un sanjuanino del siglo XIX se interesara por conocer el África cuando las vías de comunicación eran muy rudimentarias y los peligros, numerosos. El viaje, lo pudo realizar porque viviendo en exilio en Chile el gobierno de ese país lo becó para que pudiese conocer diferentes sistemas educativos y luego ayudar a fortalecer las prácticas educativas chilenas.
La visita de Argel, la actual capital de Argelia, es algo que desde Chile formaba parte de su programa de viaje. Cruzar el Mediterráneo desde las costas europeas le llevó tres días en un navío a vela. No viajaba precisamente a lo que él consideraba la civilización, más bien todo lo contrario, pues se sumergía en el corazón de la barbarie. El territorio que visitó era ya una colonia de Francia que había sido conquistada a sangre y fuego, habiendo terminado para 1846 todo tipo de resistencia por parte de los pueblos autóctonos.
Sarmiento justifica la colonización porque cree que los franceses aportarán la civilización, es decir, el progreso. En realidad las potencias colonizadoras casi nada aportaron, al contrario, se dedicaron a organizar sistemáticamente la explotación de todo tipo de recursos para beneficio de ellas mismas. Aunque obviamente esto todavía no lo puede imaginar el joven visitante.
Él todavía cree que lo que se está llevando es la civilización misma, a tal punto que afirma “que al paso que van las cosas, dentro de poco podrá sin impropiedad llamarse este país la Francia africana”, con lo que toma sus deseos por realidad.
Sí reconoce los encantos culinarios de la cocina árabe pues expresa que: “el cuscús no es abominablemente ingrato; o que Dios es grande y sus obras maravillosas, o en fin que no se ha inventado todavía el potaje que me ha de hacer volver la cara”. Algo intuye: que es muy fuerte la cultura local y opinando sobre la colonización francesa cita una profecía árabe que dice: “¡Está escrito! Que su dominación será efímera como las huellas que el camello imprime sobre la voluble arena del Sahara”.
Las observaciones del sanjuanino se mostrarán acertadas pues a partir de 1954 el pueblo argelino comenzará una larga y cruenta guerra contra Francia para obtener su independencia, cosa que logró en 1962. Entonces, cientos de miles de colonos franceses, muchos de cuyas familias llevaban cuatro o más generaciones en Argelia, deberán abandonar para siempre el país. Un año después, en 1963, el reciente país independiente sufrirá la amenaza de una invasión por parte de Marruecos. Entonces otro argentino se implicará en los destinos de Argelia: Ernesto Che Guevara. Para entonces, uno de los hombres fuertes de la joven revolución cubana dispondrá el envío de un batallón de 800 soldados y oficiales con 70 blindados que prestarán una ayuda inestimable al gobierno argelino. En la actualidad, una de las principales calles de Argel lleva su nombre.
Hoy, ya prácticamente nadie cree que la modernidad sea sinónimo de civilización, más bien pensamos que el desarrollo civilizatorio es un proceso muy complejo en el cual el occidente europeo ha realizado aportes importantes, pero otras culturas diferentes también han sumado lo suyo. En cambio, casi universalmente se reconoce que la democracia es el mejor sistema para dirigir una sociedad y, en este sentido, las ideas de Sarmiento tienen plena vigencia y tanto cubanos como argelinos pueden recibir buenos aportes de la lectura de la obra de nuestro maestro.
