En un formato más conservador que arrabalero, de tradicional traje negro y camisa blanca; el Sexteto Mayor pisó San Juan, por primera vez en sus 37 años de escenarios, el domingo pasado. En la segunda fecha del ciclo Tango por la ruta del vino, el conjunto se presentó con muy buena recepción en el Auditorio J.Victoria, donde privilegiaron la melancolía de Piazzolla, si bien no faltaron los cortes y quebradas del 2×4 tradicional y composiciones propias.
Luego que la voz del sanjuanino Claudio Rojas amenizara la previa junto a los instrumentistas Esteban Calderón, Hugo Figueroa, Jonathan Vera y Goku Illánes; los relatos de Guido Iribarren dieron la bienvenida al sexteto porteño.
El fervor de la música ciudadana arrancó los elogios y los aplausos de la heterogénea concurrencia con un extraordinario duelo de rabiosos fueyes a cargo de los bandoneonistas Horacio Romo (a cargo de la dirección musical) y Lautaro Greco (bandoneón); los magistrales entreveros de los veteranos y fundadores del grupo, los violinistas Mario Abramovich y Eduardo Walczak, las delicadas melodías de Fulvio Giraudo en piano y la furia carismática de Quique Guerra en contrabajo.
"Es la primera vez en treinta y siete años que venimos a San Juan, ¿cómo nos perdimos este público tan lindo?", dijo Romo con un hablar poco articulado, anunciado la despedida con un triplete de clásicos piazzollano (Invierno Porteño, La Muerte del Angel y Adiós Nonino) y un par de bises, para el adiós definitivo con el público de pie y a puro "¡bravos!".
