La selección de Diego Maradona volvió a sentir ayer el aliento de decenas de miles de hinchas argentinos que con sus canciones y gritos apabullaron a Grecia e hicieron vibrar el estadio Peter Mokaba de Polokwane, convertido en una sede celeste y blanca.
La victoria por 2 a 0 fue la merecida recompensa a tanto esfuerzo dentro y fuera de la cancha. Cuando el gol no entraba y el partido aún estaba cerrado no faltó el jugador "12" que apretó e impulsó al equipo hacia la gloria. Demichelis rompió el hielo y Palermo completó el trabajo con un gol que coronó la fiesta.
Una vez más, el entrenador del seleccionado e ídolo planetario, Diego Maradona, fue el encargado de preparar el clima en la previa del partido cuando saltó al terreno de juego y desde el césped saludó, con el puño en el pecho, a los seguidores de Argentina que aguantaban de pie en la fría noche de Polokwane.
"íVolveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser campeones, como en el 86!", cantaba eufórica la tribuna, mientras Diego los señalaba.
El protagonismo del técnico es máximo en cada partido, tanto por su personalidad como por su historia, que le hacen merecedor de todo tipo de demostraciones de cariño. "Dios existe y está en el banco", señalaba una bandera colgada en las gradas del estadio sudafricano. "Vine a buscar lo que es mío", decía otra, con un dibujo de Maradona besando la Copa del Mundial "86.
La mística que existe entre la hinchada y el entrenador ni siquiera es comparable aún con las demostraciones de afecto y el reconocimiento que recibe la máxima figura del equipo, Lio Messi, quien en los últimos partidos ha sido ovacionado.
