Aprendieron casi jugando, entre cajas apiladas y calzados. Poco a poco, esto de ir al depósito o apartar pedidos fue tomando un camino más formal, aunque no por eso menos entretenido. Con la naturalidad que da lo cotidiano, siguieron involucrándose en el proyecto familiar a la par que cursaban el colegio, sumando tareas o acompañando a su padre en los viajes de ventas.
Hoy, Mauricio (37), Marcelo (35) y Néstor (32) Mesquida son la tercera generación de Calzados Argentinos, empresa que en 1980 fundó su abuelo Gabriel Mesquida Mesquida -ya fallecido-, que continuó su padre Gabriel Mesquida Ripoll (a cargo tras la desvinculación de su hermano Juan), y por la que también pasó el hermano mayor Carlos (ahora independiente).
"No podemos decir que entramos a trabajar un día tal. Lo que sí puedo decir es que nos fuimos incorporando desde abajo. Empezamos en el depósito, apartando mercadería y haciendo despachos, después en ventas y luego cada uno fue tomando roles, de acuerdo al las necesidades y el fuerte de cada uno", contó Mauricio, quien se ocupa de lo administrativo, mientras Marcelo se encarga de la higiene y seguridad y también colabora en ventas, rubro al que se dedica Néstor.
Lo que sí hubo -si se quiere buscar una suerte de hito en esta cadena generacional- fue una charla, hace años, con papá; con el que hoy comparten decisiones. Ninguno tenía la obligación de continuar con el legado del abuelo.
"Siempre tuvimos libertad, pero… ves todo lo que se hizo, el esfuerzo, y bueno… eso tira", relató Mauricio en su oficina del primer piso, que tiene una gran vista a la planta y que atesora una vieja foto del abuelo, inaugurando la fábrica, rodeado -entre otras personas- de cuatro muchachitos que lo miran con atención.
Entre muestras de calzado y folletería, los hermanos Mesquida hablan de un presente al que inyectan su dinamismo y ductilidad con las nuevas tecnologías, incluso para las comunicaciones: Calzados Argentinos, por ejemplo, también tiene su Facebook.
Y en cuanto a los productos y tendencias ¿también innovaron? Ahí el que manda es el mercado, sentenció Mauricio, quien comentó que el timón fue girando hacia el calzado de trabajo; que representa el 75% de la facturación de la empresa, y especialmente el calzado para la minería.
Hoy, en época fuerte de producción de botas para agua -otro de los pilares- CA se consolida en el mercado nacional, con sus propias marcas; y también fabrica para terceros.
"Si se saben potenciar las ventajas, es muy bueno continuar una empresa familiar. Hay menos burocracia y la confianza es absoluta. Claro que hay discusiones de trabajo como en todas partes", dicen desde el clan, donde si bien hay horarios de trabajo, la cabeza está conectada full time. Y donde las caras se cruzan de lunes a lunes, en la fábrica y en las reuniones familiares. "Es curioso, porque cuando hay un asado o un cumpleaños, nos saludamos como si no nos hubiéramos visto, y hace una hora estuvimos juntos", se ríe Mauricio.
Mientras los camiones cargan cajas fuera de la nave, cerca, unos niños juegan con una patineta, mientras la abuela Lola (que vive en la casa contigua) los llama desde el jardín. Son tal vez -el tiempo dirá- parte de la cuarta generación de CA, que se gesta casi de la misma forma que lo hicieron sus papás.
"No sé qué va a pasar, si vamos a seguir juntos o nos vamos a separar en buenos términos, como hicieron mi papá y mis tíos. Cuando crezcan los chicos, tal vez, ser verá. Por ahora ni siquiera existe la idea", reflexionó Mauricio.
