Los globos multicolores resaltaban en las paredes del largo pasillo blanco. Al final, una pancarta con letras rojas que decía “Feliz cumple Lautaro”, no pasó desapercibida. Mucho menos la mesa, cuidadosamente preparada, en la que había desde empanadas hasta sánguches de miga. Al costado, un parlante desde el que se podía escuchar toda clase de ritmos. La escena bien podría haber pertenecido a cualquier salón de fiestas infantiles. Pero se trató del hall del servicio de Nefrología Pediátrica del Hospital Rawson. El agasajado fue Lautaro Jesús, un nene que ayer cumplió 9 años y que se dializa en el lugar desde que tenía 5 años.

La sorpresa que se llevó la gente que pasó por el lugar, tras ver la ornamentación, que nada tiene que ver con el típico clima de un hospital, no fue menor a la que sintió el nene cuando su mamá lo hizo ingresar allí. El rostro de Lautaro se desfiguró. Una mezcla de sensaciones le retorcieron el estómago. No sabía si llorar o reir. Se quedó sin palabras. Allí estaban todos sus médicos, las enfermeras y hasta los amigos que se hizo mientras se dializa.

Es que para Lautaro este lugar es como su propia casa. Tres veces a la semana se pasa todo el día dializándose, una rutina que tiene desde hace 4 años y que logra combinar con sus tareas escolares ya que cursa el segundo grado. Por eso, la alegría se le multiplicó cuando vio cómo habían adornado la sala. El festejo no fue menor al ver los regalos que todos le habían llevado. Entusiasmado, desenvolvió un enorme camión y hasta se probó una remera negra con la estampa del Hombre Araña.

Ayer, el niño salió de su casa convencido de que sería la típica jornada en el hospital en la que se debe recostar en una camilla, ser conectado a sondas y así empezar el proceso de diálisis durante varias horas. Ni siquiera sospechó los movimientos de su mamá y papá que lo llevaban hasta el Rawson. Ellos fueron cómplices del equipo del Hospital a la hora de organizar la fiesta y de evitar, por todos los medios, que el nene se diera cuenta de la sorpresa.

Así, durante la jornada, el pequeño no fue centro de atención por sus dolencias. Fue el anfitrión que recibió todos los saludos, los regalos y los abrazos. Mientras que las enfermeras registraron cada momento con sus celulares. Mientras que él no se cansó de dar besos a la panza de su mamá que está a punto de tener un bebé. Hasta brindó por la llegada de su hermanito.

Lautaro, oriundo de Chimba, nació con una enfermedad complicada que con el transcurso del tiempo le comprometió el funcionamiento de los riñones. Permaneció internado mucho tiempo en neonatología y en un comienzo, los pronósticos no fueron alentadores. Sus papás pusieron todo para verlo recuperarse. Por eso, las enfermeras, que lo conocen desde que nació, ayer explotaban de felicidad. “Ya tiene 9 años. Esto es una alegría. Es un luchador nato, tiene muchas fuerzas para seguir adelante”, dijo una de las mujeres. Mientras que el resto del personal de Nefrología se dedicó a repartir gaseosas y empanadas entre los asistentes, al tiempo que bailaba algún cuarteto. No faltaron los regalos, mucho menos las maicenitas y la torta para el postre.

“Esta clase de actividad es estimulante para los pacientes que se dializan. En realidad, provocar alegría en una persona es el mejor remedio, cualquiera sea la dolencia. Festejar un cumpleaños es una acción positiva que le sirve al niño y también a la familia. Además nosotros nos sentimos reconfortados”, dijo Julio García, el médico que está al frente del área pediátrica de Nefrología.