Es plena siesta y todavía se puede ver el rastro de la escoba en el patio de tierra. El horno está cargado de leña, esperando el amasijo de la tarde. Un penetrante aroma a estofado, algo dulzón, invade cada rincón de la casa. Hace calor y todo está recién regado. El único sonido es el de los pájaros que revolotean entre los árboles que rodean el lugar. A simple vista, se podría decir que por allí pasó la mano de una mujer. Pero no. Hace más de 10 años que en la casa no se escucha una voz femenina. Doña Aballay murió hace tiempo y en la casa quedaron el padre y uno de sus cinco hijos varones. El resto de los muchachos también viven en el pueblo y nunca se casaron.
Pero esta no es la única familia de La Ciénaga, en Jáchal, que está conformada sólo por hombres. De los pocos habitantes que quedan, sólo tres familias, la mayoría son varones. Los mismos lugareños dicen que es una "tierra de hombres", que casi no quedan mujeres. Las pocas que hay son las esposas de los habitantes más antiguos de La Ciénaga. Entre los niños, que son pocos, pasa lo mismo. La mejor muestra de esto es la escuela, a la que asisten 8 alumnos y todos son varones. La única mujer es la maestra, que es de Jáchal.
Las mujeres se están yendo. Eso es lo que dicen los hombres de La Ciénaga. "Ya no son como antes, que querían estar en la casa con los hijos. Ahora quieren trabajar y estudiar. Entonces este lugar es como una maldición para ellas", dice Ramón Aballay (70), que ya se acostumbró a vivir sin su esposa y sin su hija, que también se fue hace unos años a buscar una mejor vida a otra provincia.
En el 2005, la Cámara de Diputados provincial sancionó una ley que declaró a La Ciénaga como área protegida. Se trata de un lugar que reúne condiciones naturales que no son fáciles de encontrar en otros puntos de la provincia.
