Con sus 85 años, doña Laura camina a diario unos 50 metros hasta el canal y carga bidones con agua para darle a sus animales y regar las pocas plantas que le quedan. Al agua que le lleva el municipio dos veces a la semana la guarda y administra para hacer la comida, bañarse y para tomar. Dos de sus nietos, que viven cerca, cargan botellas en sus bicicletas y emprenden viaje por la ruta 12 desde su casa en la localidad Alcaparroza (o más conocida por los pueblerinos como Cerro Negro) hacia la Villa Calingasta. Son unos 5 kilómetros de camino árido bajo el Sol con el objetivo de llenar esos recipientes con el líquido que tanto necesitan. En otro de los ranchitos del lugar, Graciela junta como puede el agua en palanganas y jarras para higienizar a sus siete hijos y para lavar la ropa. Y lo mismo pasa en las casas de las 42 familias del pueblo desde hace casi tres meses, que fue cuando se rompió la bomba que les suministraba el agua potable y comenzaron los problemas.
Alcaparroza es una humilde localidad calingastina, pero por ser una de las más pobladas cuenta con el servicio de agua potable. Entre las otras que también cuentan con la provisión se puede mencionar Barreal, Tamberías, Villa Calingasta, Sorocayense, Colón e Hilario (al resto de las comunidades el agua llega gracias a camiones municipales). Y en todas ellas, el agua es extraída con bombas desde pozos profundos y es enviada a grandes piletones desde donde salen las cañerías que van hasta las casas. Pero en Alcaparroza, el filtro de la bomba se rompió porque empezó a extraer los sedimentos del fondo de la pileta.
Ahí fue cuando el agua comenzó a salir amarilla en las casas y de un día para el otro ya no salió más por los surtidores. Eso fue a fines de noviembre del año pasado, cuando aún no terminaban las clases. Pero como el agua que el municipio llevaba para cargar los tanques de agua de la escuela no alcanzaba, las maestras tenían que mandar a los chicos devuelta a sus casas, aseguraron los pueblerinos.
"Tuvimos que pasar las fiestas sin agua y hasta bañarse es complicado. Muchos se enfermaron por tomar el agua que nos traen porque es diferente a la que tenemos acá y el problema es que en todas las casas hay muchos niños", comentó Gladys, una de las vecinas mostrando la cocina llena de ollas con agua hervida.
De la provisión del servicio se encarga la unión vecinal del lugar y cobra a cada vecino una cuota por ello, informó el secretario de Gobierno calingastino, Jorge Castañeda, pero como esa organización "no tiene suficiente espalda económica, nos pidió ayuda y nosotros firmamos un convenio con dos mineras para hacer la perforación de un pozo nuevo", dijo, y agregó que ya está todo previsto para que el problema ya esté solucionado esta semana.
