�Hay conmoción y con razón. La muerte de Nisman ha golpeado a todos. Con esta columna se intenta analizar el impacto político de este hecho trascendente. También, los hechos que generan conmoción social como aquellos que modifican de manera sustancial el devenir social, que cambian el eje del debate, que dividen las aguas y que generan una corriente de atención exclusiva y excluyente. Que monopolizan el espacio público, que generan incertidumbre y fuertes pasiones encontradas.
La muerte del fiscal Nisman es un hecho de estas características. Primero, por el contexto, que contiene tres elementos que marcan el caldo de cultivo para semejante repercusión. Entre ellos, el atentado de la AMIA: gigantesco acto terrorista sufrido por nuestro país. Fue un hecho bisagra en su momento, y está grabado en la memoria emotiva de los argentinos. El fiscal investigaba precisamente este hecho.
También el atentado a Charlie Hebdo: los atentados terroristas de Francia desviaron la atención de la opinión pública de temas del verano, inflación, hechos de inseguridad y campaña de 2015 hacia temas asociados al terrorismo. Esto amplió el público disponible para atender a un hecho de estas características.
Pero el factor clave fue la denuncia de Nisman: días antes, los argentinos tomaron conocimiento de la denuncia del fiscal, nada menos que a la Presidenta y al canciller Héctor Timerman. Esta denuncia ya monopolizaba el espacio en los medios de comunicación y el debate cotidiano.
El hecho
El asesinato/suicidio del fiscal Nisman ocurrió el día previo a su presentación en el Congreso argentino, en el momento en el que todos los ojos estaban situados sobre él. Todo tiene ribetes dignos de una novela de Edgar Alan Poe. Un departamento cerrado por dentro, custodiado por 10 guardias, donde sucede lo imposible. Aun quienes no están interesados en la AMIA, en el terrorismo, en sus acusaciones o en la política misma se ven intrigados por el hecho.
Tal fue el impacto que hasta los programas de chimentos dedicaron horas de su programación a cubrir el episodio e hipotetizar sobre el mismo. El hecho llegó a todos, y sus efectos también. Desde la prensa política a la amarilla, de las redes sociales a las mesas del almuerzo familiar.
El impacto
En un interesante post en Facebook alguien afirmaba: ‘Los hechos confirman sin lugar a dudas lo que cada uno de nosotros piensa desde siempre‘. Así, aquellos grupos que ya estaban en contra de la Presidenta culparon de manera instantánea al Gobierno, dando además por ciertas las acusaciones de Nisman. Por el contrario, los defensores de la gestión acusaron una conspiración de los medios opositores y de grupos de poder para ‘voltear‘ a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, ‘lo mataron porque la acusación era un mamarracho‘.
Era esperable de estos ruidosos grupos. Pero ¿qué pasa con el resto de los argentinos?, ‘los moderados‘, los ‘ni/ni‘. Se debaten, estupefactos, ante un hecho que los ha conmovido, son sujetos en transformación permanente, atentos a lo que sucede en esta novela de suspenso (y de terror).
Para los actores políticos, en esta etapa los silencios hablan tanto o más que las palabras, y las posibilidades de equivocarse son enormes. Ante un hecho cambiante e irresuelto, cualquier palabra de más puede hacer caer a quien la pronuncie en las fauces del descontento colectivo. Una adecuada comunicación es fundamental para sostenerse, o aprovechar este contexto borrascoso. El Gobierno y varios actores políticos cometieron graves errores que ameritarían una columna completa.
¿Para dónde saltará la liebre?
El ‘caso Nisman‘ hoy golpea fuerte al Gobierno nacional de Cristina Fernández de Kirchner y, de rebote, puede afectar a los candidatos oficialistas. Pero en contextos de conmoción social, los resultados de mediano plazo pueden ser otros, en virtud de los vuelcos que pueda ir dando la causa.
¿Qué pasa si mañana se descubre que fue un asesinato cometido por alguien que se sacó una foto con un candidato opositor? Eso no afectaría a los ciudadanos ya definidos, sino al importante segmento que tiene opiniones políticas y apoyos irresueltos. Ese electorado disponible, que aún no ha sido captado de manera firme por ningún candidato a presidente, es el que determinará cómo sigue esto, y definirá las elecciones.
El tema preocupa a todos y esta historia continúa, hay que estar atento y ver para qué lado salta la liebre.
