La historia de amor y tragedia que representa Tosca subió a escena en el Auditorio Juan Victoria anoche. Fue la primera ópera del año y la segunda en esta sala donde se logra una acústica sin igual. Sin ningún tipo de amplificación, las voces de los solistas fluyeron sin interrupciones para el oído y la orquesta acompañó de igual modo. Como con Traviata, los músicos (dirigidos por Lucía Zicos) se ubicaron en el centro de la escena (ante la falta de foso) y los protagonistas se movieron alrededor. En el primer acto, con la ambientación perfecta de una iglesia, comenzó a rodar la trama con las impecables interpretaciones de Daniel Costanza como el Sacristán, Juan Carlos Vassallo, dando vida al amor de Tosca, Cavaradossi, el pintor; Mariela Schemper en la piel de Floria Tosca; Nicolás Secco (Angelotti), Fabián Veloz en el papel de Scarpia y Gabriel Arce como Spoletta. En el primer acto se sumaron las cantantes del coro de la Ópera que sorprendieron al público bajando hacia el escenario por las escalinatas de la sala ataviadas como monjas, con trajes de grueso lienzo color crema (aguantando estoicamente el calor durante la función, que también obligó al público a echar mano a lo que tuvieran para abanicarse). Tosca fue también la oportunidad para que en este primer acto donde escenificaron un Tedeum, sonara el órgano del Auditorio interpretado por el maestro Oscar Rodríguez Castillo, el titular de la Cátedra de Órgano en la UNSJ. Majestuoso, con el service recién hecho, el instrumento completó la escena magistralmente.
La calidad de los músicos, cantantes y coreutas fue destacada por los encendidos aplausos que recibieron de una sala absolutamente colmada. Al cierre de esta edición, la historia de Tosca y Cavaradossi avanzaba hacia un final inexorable. Hacia la última escena, esa, la que tanta atención concentró de parte del director, Ricardo Elizondo y del escenógrafo Emanuel Díaz Ruíz, donde la dama cae al vacío y seguramente el público aplaudió de pie.
