Justo en la esquina, en la intersección de dos calles asfaltadas, un grupo de casi 100 niños corría para sacarle a los demás los broches que tenían enganchados en las mangas. No había cintas blancas y rojas, ni policías cortando el tránsito. Eso no era necesario, la tranquilidad de esa localidad alejada de Angaco y el hecho de que la siesta estuviera en su momento de esplendor, permitía que los niños participaran en todas las actividades organizadas en el marco de las vacaciones de invierno. Las mismas fueron organizadas por el municipio y se desarrollan desde la semana pasada en distintas localidades del departamento.
En la calle sí había conos naranja que habían puesto los profes, pero su función no era cortar el paso de los autos en la arteria principal de la localidad Campo de Batalla, sino marcar el espacio de juego para que los niños no se escaparan más lejos de lo permitido, al jugar a la piyadita. Sin embargo, algunos de ellos les encontraron otra utilidad, los levantaron y comenzaron a hablar a través de esos conos como si fueran megáfonos.
Mientras tanto, los niños más pequeños, que ya habían pasado por la sala en la que les pintaban coloridos tatuajes, se agacharon y comenzaron a pasar por un túnel de tela celeste, que dos de los profes sostenían de cada uno de los extremos. El juego duró hasta que las nenas se cansaron y se sentaron sobre el asfalto e hicieron una ronda para divertirse con el Pato Ñato. A su lado, los más grandes corrían y daban vueltas jugando al Palo Borracho. Actividad que, bajo el Sol, los cansó tanto que terminaron haciendo fila para refrescarse y mojarse el pelo en el surtidor.
Quienes no se integraron a estos grupos eligieron la pelota. Pero la consigna fue clara: no se podía jugar al fútbol, había que experimentar actividades nuevas. Por eso, se armó un partido improvisado de voley, a pesar de la falta de una red.
Así, todos estaban tan entretenidos compitiendo que nadie notó la ausencia de la música. Es que el equipo de audio se rompió justo antes de empezar las actividades, pero eso no fue impedimento para la diversión.
Después de tantos juegos y semejante pérdida de energía, a todos les vino bien el alfajor de merienda y el chupetín que recibieron de regalo.
