Desde muy jóvenes abrazaron la causa del justicialismo “con el alma, el corazón y la cabeza”, y de mayores comenzaron a volcar sus ricas vivencias en las nuevas generaciones, porque “había que inculcar la doctrina a los futuros dirigentes peronistas”. Padecieron persecuciones, sobre todo entre 1955 y 1973, los años en que el líder justicialista permaneció exiliado ante la prohibición establecida por la dictadura que se extendió hasta 1973. Hoy viven sus altos años con admirable entereza de saberse entre los custodios de los “valores peronistas más profundos”, porque se sienten militantes como el primer día. Por ello, no pierden ocasión de participar, si la salud se los permite, sobre todo a Antonio y a Armando, en los homenajes a Evita y de Perón, y este 17 de octubre de hoy, en que se conmemoran el 70º aniversario del primer grito formal del peronismo (ver página 14). Los tres tienen muy presente al actual presidente del Partido Justicialista y gobernador, José Luis Gioja, y reconocen como exitosa su gestión.

Antonio Nicolás Harica (86) fue dirigente de FOEVA y perito contable de varias empresas en San Juan, pero por encima de todo un dirigente peronista enrolado en la CGT Auténtica junto a José Armando González. Preso en 1955, tras su liberación en 1956 fue vicepresidente primero de la Junta Promotora del Consejo Coordinador Justicialista y por ello, durante décadas, uno de los más importantes movilizadores del partido en San Juan. A pesar de la cárcel y el hostigamiento permanente de las dictaduras (y de algunos gobiernos democráticos), uno de sus mayores consuelos fue no sólo el retorno definitivo de Juan Perón al país en 1973, sino también su encuentro años antes, en 1962, durante diez días en Madrid con el general.

– Antonio, ¿cómo surgió la idea de ir a ver a Perón a Madrid en aquellos tiempos en que era muy difícil y había que hacerlo en secreto?

– El viaje se hizo necesario ante la actitud de algunos dirigentes tras el golpe militar de 1955 que no entendieron bien lo que estaba pasando y no tardó en aparecer el neoperonismo, es decir “el peronismo sin Perón”. Yo nunca estuve de acuerdo con eso. Por eso se produjo una reacción contraria entre los justicialistas a pesar del peso de la dictadura. Con José Armando González éramos los dos secretarios generales de la CGT Auténtica y nos movilizamos en defensa del peronismo y lo que representaba como factor de liberación de la patria. Así, comenzó a funcionar la resistencia peronista. Desde todos los departamentos coincidieron en que había que hablar directamente con el general y hacerle saber lo que pasaba en San Juan. Comenzamos a reunir dinero para que alguien viajara a España y ellos decidieron que fuera yo. Fue un compromiso de vida para mí. Fue en 1961 y viajé con Enrique Lorenzo Fernández de la CGT y la representación del peronismo quedaba en mis manos.

Perón, informado

Una gran sorpresa fue para Harica y Fernández comprobar que Perón estaba al día de los pasos de su movimiento. Y el propio Harica se pregunta, “¿quién lo informaba? Nunca lo supimos, pero era asombrosa su calidad de información. Sobre San Juan, por ejemplo, él conocía hasta los nombres de quienes estaban comprometidos y aquellos que eran los promotores del peronismo sin Perón. Cuál es el motivo decía el general, que ellos hayan compartido todo lo que nosotros programábamos para San Juan y ahora tenían otro plan. Eso sí, nos dijo que tenía un afecto especial por los sanjuaninos porque recordaba con claridad y cariño su visita por el terremoto de 1944”. Cuando se produce este encuentro, Perón todavía no residía en Puerta de Hierro, sino en una casa alquilada por el recordado dirigente Jorge Antonio. Lo curioso de la visita es que no fueron una sola vez, sino todas las tardes de la semana que permanecieron allí: “Ya en el aeropuerto de Madrid nos indicaron en qué hotel íbamos a estar y al día siguiente, la gran sorpresa fue que el general Perón nos llamó, yo atendí el teléfono y me dijo que desayunáramos tranquilos que a la hora que quisiéramos él nos esperaba. Fue una sorpresa más y algo que nos confirmó el tipo de hombre que era Perón, el ser humano que había en él, porque hay algo que no se dice de Perón: era una persona sumamente buena, alguien que realmente quería a la gente. En mi caso lo sentí muy paternal, yo tenía 39 años”.

Gonzáles, eterno símbolo

Esposo de la luchadora gremialista Nelly Moscheni, a José Armando González (93) se lo considera un hombre de consulta del clásico peronismo por su ejemplo de entrega para el conocimiento de la doctrina justicialista, además de su condición de pionero en la lucha sindical. Fue director de la Escuela Peronista de San Juan designado por el propio general Perón y en esa condición habló varias veces con él. Quizá por ello, Armando y Nelly, fallecida en 2010, se consideraron siempre “alumnos del general”, y crearon el Centro de Estudios Peronista el 8 de octubre de 2011 con su página en Internet.

Gonzáles no olvida sus mismas palabras al inaugurar los cursos doctrinarios en la Fundación Eva Perón en 1999, en las que invitaba “a todos nuestros alumnos a que fijen en sus mentes y en sus corazones nuestra doctrina peronista, que no renuncien jamás a intervenir en los destinos del país, porque eso sería suicida, y que todos los argentinos seamos responsables del destino común”. Orgulloso, guarda en su retina los momentos en que escuchó clases del propio general, y de cuyas manos recibió en 1953 el reconocimiento por haber cumplido con los denominados Cursos Extraordinarios para la organización de las Escuelas Peronistas Provinciales, Territoriales y de la Capital Federal. Hoy, Armando se expresa con frecuencia a través de las redes sociales sobre la vida del peronismo y su palabra es respetada por todos.

Carlos, en Puerta de Hierro:

Sólo tenía 29 años en 1967 cuando pudo estar, por fin, frente a frente con su líder, al que había seguido intensamente desde la adolescencia y con el imborrable recuerdo de haberlo visto, a la distancia, por primera vez en 1949, durante la visita de Perón y Evita a San Juan. Carlos Harica (76) lo hizo en representación de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) para hablar del “proyecto secreto para la lucha armada”. Carlos había estado preso antes y después de su encuentro con Perón una veintena de veces. Todavía hoy no logra evitar la emoción cuando recuerda a aquel hombre. Si hasta nos decía “hablemos abiertamente”, para dar confianza. Carlos seguía también los pasos de su hermano mayor, Antonio, e integraba la citada organización guerrillera, uno de los bastiones de la resistencia peronista. Llegó a Madrid acompañado de otro dirigente de la misma agrupación, José Blanco, y el objetivo era hacer conocer al líder una propuesta concreta, la formación de la FAP, “con el deseo de que lo aprobara”.

Recuerda Harica que él sentía frente a Perón que no era nadie, “sólo un soldado del peronismo”. Asegura que “más allá del honor de verlo personalmente”, llevó el mensaje de los sanjuaninos y la propuesta de ampliar la resistencia a través de las armas, con una nueva metodología, ya que “considerábamos que se había agotado la lucha a través de las grandes concentraciones poblacionales”.

– ¿Y qué contestó Perón?

– Se tomó su tiempo, pero de entrada fue un “no”. Lo que pasa es que, aunque algunos dicen lo contrario, a Perón no le gustaba la violencia, aún con su formación militar. Nos dijo que era exponernos demasiado y que dependía de nosotros, que habíamos creado la cúpula de la FP en Buenos Aires bajo la conducción de un genio como Cacho El Kadri. “Hariquita”, me dijo, “la guerrilla es de metodología muy antigua, es como orinar portones”, es que no le gustaba la idea de formar guerrillas en la selva. Pero luego nos dio su OK, “si esa era la decisión de la mayoría de los muchachos”, nos dijo, pero advirtiéndonos que nos cuidáramos muchísimo de los infiltrados, ya que no quería más muertes. Así era el general…

Finalmente, recuerda Carlos Harica que en la Quinta había que tener cuidado con el “Brujo”, José López Rega, y que por eso trataban de apartarse a solas para hablar con Perón en los jardines de la famosa residencia, hoy desaparecida, en la calle Navalmanzano Nº 6 del distinguido barrio madrileño Puerta de Hierro.