La mayor ovación que se produjo en el partido de ayer, más allá de la explosión que provocan los goles tuvo lugar en el minuto cinco del segundo tiempo, cuando los suplentes de River dejaron el banco y se dirigieron a realizar el calentamiento pre competitivo detrás del arco ubicado al Sur, delante de la tribuna donde se encontraban los hinchas de River.
Es que David Trezeguet, que llegó para reforzar el ataque millonario a principios de esta segunda mitad de campeonato se ha ganado su cariño con goles. Anoche convirtió uno, su remate se desvió en las piernas de Rosso que se lanzó a taparlo en un agónico cruce. No fue golazo como el que le hizo a Racing que lo culminó con un toque exquisito. Éste fue de rebote, mucho menos espectacular pero de mucho más valor, porque si bien el que le marcó a la Academia sirvió para ganar una Copa de Verano; este que le anotó a Sportivo sirve para mantener a River en la cima de la tabla. Un campeón mundial estuvo en San Juan y en 20 minutos mostró destellos de su jerarquía. Demostró que en fútbol la simpleza siempre da buenos réditos.
