El papa Francisco viajó ayer al santuario más sagrado de Uganda para rendir tributo a mártires cristianos del siglo XIX asesinados por su fe y por proteger a niños en la corte real de los abusos del rey.
En el segundo tramo de su primer viaje por África, Francisco realizó una misa para las decenas de miles de personas que acudieron a la Basílica de los Mártires de Uganda, en Namugongo, en las afueras de Kampala. En el lugar, 25 anglicanos y 22 católicos fueron asesinados durante las persecuciones -mayormente quemados vivos- entre los años 1884 y 1887 por las órdenes del rey Buganda Mwanga II. El más reconocido entre los mártires fue San Carlos Lwanga, prefecto en la corte real que estaba a cargo de los pajes y que murió por tratar de los proteger a los niños de los abusos sexuales del rey.
La misa concentró a cerca de 300.000 personas, el acto central de su visita a Uganda, el mayor auditorio que ha reunido desde que aterrizó el miércoles pasado en África. Ante una congregación entregada a cada palabra, que esperó durante horas su llegada entre incesantes cánticos y bailes, el pontífice evocó la memoria de los mártires, cuyo sacrificio alcanzó ‘los confines de la Tierra‘.
Su muerte, según Francisco, revela la necesidad de ‘acercarnos a los necesitados’ y de ‘cooperar con los otros por el bien común, para construir, sin excluir a nadie, una sociedad más justa‘.
