Pasadas las 20, un camión de Gendarmería puso los pelos de punta a los vecinos de la calle principal de Barreal, en Calingasta. El hombre vestido de verde anunciaba que llegaría la crecida provocada por un aluvión y pedía a la gente que se preparara. Ellos tomaron precauciones. Colocaron maderas y bolsas frente a sus puertas y levantaron un cordón de tierra a la orilla de la cuneta. Pero, cuando empezaron a escuchar el bramido del agua supieron que nada iba a ser suficiente. En sólo media hora el agua recorrió unos 5 kilómetros, desde el cerro ubicado en la zona de Pampa del Leoncito hasta sus puertas. Así, la calle Presidente Roca se transformó en un río marrón, que rápidamente pasó frente a las casas, entró a algunas, recorrió la orilla de la plaza y llegó hasta la Comisaría.
Todo había comenzado con la lluvia que cayó en el cerro anteayer, que luego bajó sin piedad y tuvo a la gente en vilo hasta la madrugada de ayer.
‘Durante los veranos tenemos crecidas de este tipo. Pero esta fue rara. Bajó muy rápido y el agua que pasaba subía cada vez más. No pudimos contenerla con nada‘, contó Gisel Brik, que vive en una de las casas cuyo interior quedó cubierto por unos 50 centímetros de agua y lodo. Ella y su hijo fueron 2 de los evacuados. A los que se sumaron otras 19 personas que tuvieron que ser sacadas de 4 casas que terminaron en las mismas condiciones. Mientras que, según comentó el secretario de Gobierno municipal, hubo 5 casas más a las que entró el agua, aunque sus ocupantes prefirieron quedarse en ellas. Todos viven en la zona sur y a ninguno le quedó más remedio que subir los muebles sobre las mesas y mesadas para evitar que se arruinaran.
Una de las familias que peor la pasó fue la Carabajal. Mientras el dueño de casa estaba en la vereda, tratando de frenar el lodo, el agua hizo un boquete en una pared y se metió sin pista en el interior de la casa, asustando a su esposa, que salió desesperada llamándolo.
‘Esta crecida fue impresionante. Hacía como 10 años que no veíamos algo así‘, comentó un policía de la Comisaría 33, mientras señalaba el estado en el que había quedado la ciudad. Es que, tras la tempestad, el centro de Barreal se veía distinto. Era difícil distinguir si la calle era de tierra o estaba asfaltada. Inclusive alrededor de la plaza, el barro había empezado a secarse y había tierra y polvareda por todos lados. La máquina de la Municipalidad recorrió la calle frente a las viviendas, dejando los restos de lodo y las piedras que trajo el agua a una orilla.
Mientras tanto, cerca del mediodía, las familias seguían trabajando sin parar. Las mujeres sacaron primero el lodo del interior de las viviendas utilizando hasta baldes. Para después, de a poco, comenzar a limpiar. Los hombres, a su vez, se dedicaban a sacar el barro concentrado en las veredas y a la orilla de la calle. Pero todos afirmaban que va a tener que pasar mucho tiempo hasta que el paisaje vuelva a la normalidad y ellos puedan recuperar los muebles perdidos.
