La resiliencia puede aprenderse y fomentarse. Se nace con ella, pero también se hereda, se aprende y se enseña. Las situaciones difíciles de la vida no solo son para adultos, también los niños y adolescentes son consecuencia de muchas adversidades.
Pues bien, Valeria Llobet, investigadora del Conicet, en su libro "La promoción de la resiliencia con niños y adolescentes", hace referencia a las dimensiones más importantes para indagar y promover esta capacidad, que son:
* Los vínculos afectivos: son los adultos los que permitirán a niños y adolescentes desarrollar la capacidad de experimentar confianza y, como consecuencia consolidar relaciones estables, incluyendo la ambivalencia de sentimientos y aceptando los aspectos positivos y negativos de los otros y de sí mismos.
* La creatividad y el humor: son desarrollados en y a partir del juego, suponen la tolerancia a la ambigüedad y a problemas, permiten procesar las experiencias traumáticas con menos angustia, y son un recurso para enfrentar situaciones de estrés.
* La red social e ideología personal: el enriquecimiento de la vida cotidiana con la creación o suscripción de valores para los eventos, configura recursos adicionales para los sujetos cuando se encuentran en situaciones difíciles. Estos símbolos no son necesariamente religiosos.
