Muchos se creyeron testigos de un hito histórico. Interpretaron con optimismo que estos dos países enemigos desde que la revolución bajó de Sierra Maestra, pudieran tejer una nueva relación que termine por derribar el embargo de EEUU sobre Cuba. Son los que auguraban mayor acercamiento entre ambos países, desde que Obama flexibilizó los viajes hacia la isla y Raúl iniciara reformas económicas, inimaginables en la era de su hermano Fidel.

Muchos otros se indignaron con Obama. Le estrechó la mano a un dictador hipócrita, que habiendo ido a celebrar la vida de Mandela en contra del apartheid, mantiene intacta la discriminación política y social en su país, privilegiando solo a aquellos que comulgan con el partido comunista o el gobierno. Son los que detectaron que en el preciso momento que Raúl se golpeaba el pecho alabando a Mandela por su liderazgo consagrado a la "’libertad y la justicia”, en Cuba la Seguridad del Estado apaleaba y detenía a 150 disidentes por conmemorar el Día Internacional de los Derechos Humanos.

Cuba sigue siendo un país donde los que piensan distinto terminan en la cárcel, como Mandela; sufren restricciones o, visa de salida o barca precaria de por medio, ven que sus sueños solo se cumplirán en el exterior, como anhelan los 44.000 cubanos que este 2013 abandonaron su isla para siempre.

Otro grupo, más realista, observó que Obama puso las cosas en su lugar. Directo y lapidario, no dejó dudas sobre la filosofía estadounidense en torno a la democracia y la libertad, aun cuando muchos lobos disfrazados de oveja también subían al podio del estadio a rendir honores a Mandela: "’Hay muchos que expresan solidaridad con la lucha de Mandiba por la libertad, pero no toleran el disenso de su propio pueblo”.

Cuando se trata de democracia, Estados unidos nunca podrá relegar su filosofía, porque de lo contrario estaría borrando con el codo un siglo entero de diplomacia, invasiones, guerras, golpes, bloqueos, embargos y sanciones económicas que ha hecho en nombre de ella. Así que por más que Obama haya decidido flexibilizar algunas restricciones, debido a una mayor apertura económica en Cuba, jamás podría restablecer relaciones diplomáticas si el gobierno castrista no emprende reformas políticas a profundidad.

Estas reformas no parece que ocurrirán mientras los Castro sigan atornillados al poder. Sería rarísimo que se reforme la Constitución para que el Partido Comunista deje el monopolio de la política, para que de las elecciones participen los que opinan diferente al gobierno, que se libere a los presos de conciencia, que se permita a los medios ser libres e independientes, que nadie sufra represalias por disentir, que todos tengan el derecho a entrar y salir del país, que la empresa privada comparta la economía, que haya sindicatos y que la educación no sea adoctrinamiento.

Si Cuba no hace reformas políticas que puedan convencer no solo a Obama sino al Congreso estadounidense, el único que puede tomar la decisión de levantar el embargo, este apretón de manos, como el anterior de Clinton y Fidel, quedará solo como una insignificante referencia anecdótica.