Casas Viejas tiene paneles solares, los niños reciben la asignación universal y ahora tienen maestra, pero aún hay grises. Por ejemplo, el entusiasmo y ganas de enseñar que tiene la docente no la hace detener a pensar en que crearon el cargo pero el lugar no tiene un espacio adecuado para enseñar. La idea de Educación es instalar un módulo; pero por ahora está lejos de concretarse ya que la huella de acceso no permite el desplazamiento de semejante estructura sobre un camión. Tampoco hay baños, pues están a medio construir: les faltan las conexiones, poner cerámicos y terminar el pozo negro. A su vez, la maestra no tiene un lugar adecuado para pasar los 10 días de corrido, por 5 de descanso, que establece su contrato, ya que improvisadamente tiene una cama, un banco que usa de mesa, un anafe y una biblioteca dentro de la capillita, de apenas 3 x 5 metros. A su vez, la llevaron al paraje en 4×4, pero aún ella no sabe cómo hará para volver a Caucete. Los vecinos le dijeron que harán todo lo posible para acercarla al menos a Bermejo, pero no es responsabilidad de ellos. En Casas Viejas, los pobladores bajan a Bermejo en lo que llaman ‘chatitas’, unos carros tirados por mulas o caballos, en viajes que duran 4 horas.
El poblado está a 32 kilómetros de Bermejo y se accede por una huella nueva que hizo la Municipalidad de Caucete, pero que no está terminada y tiene algunos tramos realmente de difícil tránsito. De todos modos, ahora es más fácil llegar a un paraje que durante décadas prácticamente estuvo aislado. Quienes conocen Casas Viejas suelen enamorarse del lugar. Y entender por qué sus moradores prefieren seguir viviendo donde nacieron, con innumerables limitaciones, pero dentro de un pequeño paraíso tanto por la belleza de su paisaje como por la nobleza de sus habitantes.
