"Muchachos, hoy vamos a hacer algo distinto. Vamos a ver el video de una película que se llama "El segundo esfuerzo". No tengo dudas que con la inteligencia que cada uno tiene va a entender el mensaje. Miren". Claudio Borghi dejó de lado sus habituales charlas técnicas de media hora en la concentración, donde según él trata de sacarles presión a los jugadores y no volverlos locos con indicaciones, y apretó play en el DVD. El técnico de Argentinos les proyectó el domingo pasado, antes del juego con Independiente que su equipo ganó 4-3 luego de ir perdiendo por dos tantos, un video con la biografía del entrenador de fútbol americano Vicent Lombardi, realizado 1968, quien llevó al equipo Green Bay a dos títulos seguidos. Con la hazaña consumada, el Bichi, apodo que le puso su padre desde chico pero que nunca entendió, tiró "los muchachos comprendieron el mensaje".
Borghi es esto. Un personaje. No se cansa de repetir que si hubiera sido responsable en su época de jugador hoy sería millonario. "Una vez me dijeron que bol… que fuiste por irte del Milán. Yo le respondí: Qué bol… que hubiera sido si ganaba tanta plata y no jugaba".
Borghi nació en Castelar, Buenos Aires, el 28 de setiembre de 1964. Fue potrero desde que empezó a patear en su querido El Porvenir. "Ahí jugábamos por guita. Una rabona te podía costar la vida. Ahí jugaba el que era inteligente. Desde ese momento no entiendo porqué dicen que los futbolistas no necesitan ser inteligentes, sino buenos atletas", remarca habitualmente. La muerte de su padre a los 10 años lo marcó. Tuvo que ser sodero, fabricar jaulas para pájaros y hasta encargado de una zapatería. "Dejé de ir a Argentinos cuando estaba en la Cuarta por la guita. En mi casa a la olla la pagábamos entre los cuatro hermanos más grandes. En esa época comíamos como loco sémola y sandwiches de mortadela. Pero un día apareció José Pekerman y me llevó de nuevo a Argentinos. De ahí todo cambió porque me pusieron un sueldo", recuerda.
Su talento lo paseó por quince equipos profesionales y tres de papi fútbol. Siempre con su calidad intacta, esa que desempeñó a la hora de realizar su clásica rabona. "Las empecé a hacer en Argentinos. Las hacia porque no sabía pegarle con la zurda. Una vez en Chile, pateo un penal y el arquero me lo ataja, el rebote me queda para la zurda y entonces le meto la rabona. Se fue arriba del travesaño. Ese día salí en patrullero de la cancha", asevera.
La religión es todo un tema en él. "Soy mormón y seré mormón hasta que me muera. Una vez pusieron de título en una nota que quería llegar virgen al matrimonio por ser mormón. Los compañeros se me mataban de la risa. Pero yo sabía que no era cierto. Fumo desde que era un pendejo. Es más cuando jugaba en O’Higgins de Chile tenía un arreglo con el utilero para que tuviera un pucho prendido cuando llegaba en el entretiempo", detalla.
Casado con Dominique desde hace 23 años y con dos hijos (Dominique de 22 y Filippo de 14), se define como un gran tímido: "Nada me pone más nervioso que el comienzo de los entrenamientos. Nos reunimos todos en el medio de la cancha no sé bien para qué carajo y entonces todos esperan que el técnico diga una genialidad. Pero en realidad no sé qué carajo decir", revela.
En este Argentinos él tiene gran mérito. Se trata de un equipo que puede ser campeón tras el Nacional de 1985, donde Borghi brillaba y se lo comparaba con Maradona. Habló con José Luis Calderón para que no se retirara y hoy Caldera es figura. Trajo a Ismael Sosa, que estaba olvidado en Independiente, y el Chuco es goleador y figura. Trajo a Nicolás Peric, arquero que jugaba en Chile. El domingo puede ser campeón por primera vez en nuestro país. Borghi está por hacer historia, aunque sabe que ahora no es él el actor principal: "Siempre lo más importante son los jugadores, eso lo aprendí de Menotti. Eso es lo que trato de inculcarles y por ahora me está yendo bien", cierra.
Fuentes: elgráfico.com, perfil.com, olé.com.ar
