El 20 de noviembre de 1845 fue el día en que la Confederación Argentina, gobernada por Juan Manuel de Rosas, consolidó la soberanía nacional tras enfrentarse en una batalla contra Francia e Inglaterra, para impedirles sus planes comerciales de libre navegación por el estuario del Plata y todos los ríos interiores pertenecientes a la cuenca del mismo.
Ese histórico día ocurrió el combate de la Vuelta de Obligado contra esas dos naciones europeas, consideradas las más avanzadas del planeta a nivel tecnológico y militar. Ambas estaban en pleno desarrollo de importantes procesos de industrialización, que les hacía poseer enormes cantidades de mercaderías de todo tipo que era necesario vender.
Para frenarlos, Rosas puso al comandante Lucio Mansilla al frente de los criollos que enfrentaron a las dos escuadras más poderosas del mundo con el fin de desbaratarles su proyecto comercial que pretendía hacerse sin ningún tipo de autorización argentina y sin pagar ningún tipo de impuestos.
El combate se inició al amanecer con múltiples bajas por parte argentina: 250 muertos y 400 heridos. Los agresores, por su parte, tuvieron 26 muertos y 86 heridos. La acción militar fue presentada como un triunfo extraordinario por la prensa europea. Sin embargo, para la Confederación Argentina, tampoco fue una derrota: meses después tanto ingleses como franceses debieron firmar tratados comerciales con las autoridades criollas donde se especificaban derechos y garantías para ambas partes.
Muchos especialistas consideraron que esta invasión fue un desastre militar, económico y político para Francia e Inglaterra, que se retiraron sin imponer condiciones, disparando 21 cañonazos de desagravio y homenaje al pabellón argentino.
Desde la estrategia rosista era imposible vencer a la flota invasora "aunque los patriotas sí eran capaces de hacerles tanto daño a los buques mercantes que comercialmente la excursión sería un desastre", comenta el escritor Pancho O"Donnell, que en su libro "La Gran Epopeya" revaloriza el combate de la Vuelta de Obligado.
En el marco de la epopeya, O"Donnell se detiene a analizar la amistad y el respeto entre San Martín y Rosas, así como también el disgusto sufrido por Domingo Sarmiento al no conseguir que el Libertador criticara a la Confederación y su líder.
