Quienes asistieron a misa en la Catedral, ayer a las 11, se encontraron con la grata presencia de las ocho agrupaciones corales -provinciales, nacionales y extranjeras- que desde el jueves pasado dan vida a la 6to. Festival Internacional de Coros, que hoy concluye con un concierto imperdible, en el Auditorio Juan Victoria.

Cada una tuvo a su cargo un momento musical de la liturgia, que se vio enriquecida con esta participación. Una actuación de corte religioso que guarda sintonía con lo que se prepara para el cierre del encuentro, esta noche. El Mesías de Haëndel es la magistral pieza que ofrecerán el Coro Universitario de Sant Yago (España), el Iuventus Svitavy (República Checa), el Polifónico Nacional de Ciegos "C. R. Larrimbe" (Buenos Aires), el Vox Antiqua (Córdoba), el Juvenil Femenino de Córdoba, el Ensamble Vocal Mendoza y los locales de Cámara Arturo Beruti y de la Universidad Católica de Cuyo -anfitrión-. Con este concierto, los coreutas coronarán cinco días de encuentro, aprendizaje, intercambio y, claro, emociones.

El concierto

La gala de clausura del Festival tendrá lugar hoy a las 21 en el Auditorio (entrada $5), donde sonará El Mesías, de George Frederic Haëndel. Se trata de un oratorio escrito en tres semanas (se dice que el compositor estaba tan concentrado que hasta rechazaba comer y beber), sobre un tema cristiano que en su época contrastó con los argumentos mundanos de la ópera.

Para muchos la obra más grandiosa del músico de Halle, esta pieza eminentemente coral que -al decir de los entendidos- demanda una destreza vocal impresionante; fue creada en 1740 y estrenada oficialmente un par de años después en Dublín. Famosa por su ¡Aleluya!, consta de tres partes principales: la profecía de la salvación y de la llegada del Mesías, el sacrificio de la redención y la promesa de la salvación.

Basado en textos del Antiguo Testamento, El Mesías llegó a todas las clases sociales. De hecho, la primera vez que se ejecutó fue en una función matinal a beneficio de los presos, hospitales y otras entidades benéficas dublinesas.

Otro de los datos históricos curiosos es que para su presentación en Londres, tuvo que cambiar el título original por el de "Sacred Drama". Es que los sectores conservadores criticaron que un tema sacro fuera llevado a un lugar tan poco adecuado como era un teatro, y con intérpretes -"artistas de dudosos hábitos"- que nada tenían que ver con la liturgia. Fue recién tras la muerte de Edmund Gibson, el obispo de Londres, que la obra se exhibió con su título original. Según cuentan los historiadores, se puede afirmar que desde entonces es una de las pocas obras barrocas ejecutadas sin interrupción en todo el mundo, incluso independientemente su contenido religioso.