Con la mejor predisposición y casi como si fuera una broma, los chicos de Primer Año de la Escuela José María Torres acomodan sus físicos adolescentes en diminutas sillitas color naranja, alrededor de una mesa de jardín de infantes.
Y pese a la incomodidad de tener las rodillas pegadas a la mesa, al menos ellos tienen clases: otro grupo de casi 20 chicos, perteneciente a otra división de Primer Año, tiene que permanecer en su casa hasta que del Ministerio de Educación manden los muebles que hacen falta para que puedan cursar con normalidad. Es decir que llevan casi un mes sin clases, por falta de bancos.
La decisión surgió luego que la directora, Catalina Sansó, citara a los padres para informarles que en una de las divisiones de Primer Año había una matrícula de 70 alumnos, un número muy difícil de manejar. ‘Los propios padres opinaron y participaron -dijo la directora- y se decidió mandar a un grupo a su casa, hasta que tengamos las condiciones para atenderlos como corresponde, que estimo será en pocos días más.
No podíamos tenerlos deambulando por las galerías, porque no tenían ni una silla en que sentarse‘. Hasta ese momento, tenían clases pero de manera bastante precaria, amontonados o por turnos, porque era imposible darles clases a todos a la vez. Y es que cuando la directora de la escuela pidió la creación de nuevas divisiones para dar un lugar a chicos de la zona que no tenían donde estudiar, la realidad superó a la burocracia: hubo tantas inscripciones, que los tiempos no dieron para que la escuela estuviera lista para recibirlos, aunque sobraba espacio físico. ‘Del ministerio prometieron soluciones, pero son muchos los pasos que sigue un trámite de estos‘, dijo la directora.
Los que sí se quedaron en la escuela, pero muy apretados, son los alumnos de Cuarto Año. Son 52 en una sola división, lo que motivó el pedido de la directora de crear otra división para desdoblar el grupo. ‘Por buenos que sean, no pueden aprender ni trabajar así, porque son demasiados‘, explicó.
El nuevo local escolar es la envidia de cualquiera. Con las paredes recién pintadas, los sanitarios nuevos y las aulas cómodas y bien iluminadas, la escuela (ubicada en calle Vidart y calle 9, en Pocito) alberga hoy a casi 300 chicos de secundaria en turno tarde.
El número es significativo, porque hasta el año pasado, tenía una matrícula que apenas llegaba a los 115 alumnos. ‘Fue tanta la cantidad de chicos que asistió, que hemos pedido otras divisiones más y desde el Ministerio se han comprometido a crear los cargos y enviar el mobiliario necesario‘, remarcó Sansó.
