El extraordinario desarrollo de la India, gracias a la modernización institucional y a un modelo económico que venía creciendo al 9% anual, hasta que la crisis global hizo bajar ese índice al 6%, ha tenido un respaldo político de la ciudadanía de características históricas.
La atípica reelección del primer ministro Manmohan Singh, un brillante economista y estratega político, gracias a rotundo triunfo del Partido del Congreso, conlleva a consolidar la estabilidad y progreso de este país asiático que lidera el crecimiento mundial, junto con China, desde las últimas décadas.
India se ha convertido también en un ejemplo de civismo, tanto por ser la democracia más numerosa del mundo con 420 millones de votantes, como por el rechazo contundente de la ciudadanía al populismo comunista, que se había enquistado en el sectarismo hindú, produciendo una retrógrada división social de castas, regionalismos e intolerancia religiosa, de la que eran víctimas musulmanes y cristianos.
Con el reciente y categórico triunfo, Singh ha recibido un aval incuestionable para avanzar en la profundización de un modelo observado en el mundo con admiración, debido a los avances tecnológicos logrados gracias a las enormes inversiones y radicaciones de firmas multinacionales. Se esperan también reformas sustanciales que abren más las puertas a un gran mercado de proyecciones gigantescas en virtud de los cambios sociales que se avecinan. Nuestro país tiene allí una meta nada despreciable para aumentar los lazos comerciales y diversificar su acotada balanza comercial.
