Anoche soñé con mi padre.
Fue un sueño tan real y hermoso, que me parecía impropio llamarle "sueño". Entrábamos a un edificio por una puerta grande que daba a un espacioso ambiente. Subíamos por una escalera recostada sobre una blanca pared buscando a mi madre. Entrábamos a una pieza muy iluminada con dos camas, una más chica y otra de mayores dimensiones. Al no encontrar allí a mi madre, mi padre decía: "Vamos a buscarla". Yo le pedía que la esperáramos ahí, mientras conversábamos. Hacía tanto tiempo que no hablábamos.
Fue en ese momento en que se dio vuelta y me miró a los ojos. Vi su rostro tan nítido, con su pelo más renegrido que antes, sin patillas blancas y su bigote más oscuro. Una vez sentados, le dije:
-Papá, ¿por qué te fuiste tan pronto?, y me respondió: -A mi me dolió tanto como a vos dejarte.
-Te comprendo -le dije- más de una vez pensé que podría morir y tener que dejar a mis hijos pequeños.
Entonces nos abrazamos fuerte, como yo abrazo a mis hijos, como buscando y entregando energía y cariño.
Sabía que era un sueño, pero parecía tan real. Hasta que se desvaneció.
Al despertar quedé en silencio tratando de recordar cada instante vivido, cada palabra dicha y hasta sentí el calor de su cuerpo.
Mi esposa a mi lado sintió un quejido, que más que eso fue un silencioso y contenido sollozo.
Le dije que no me pasaba nada. Pero minutos después le conté lo ocurrido. Conteniendo el llanto pude reproducir con fidelidad este encuentro con papá.
Después de varios meses, una noche me animé a entregarle a mi esposa y mis hijos la descripción del sueño… Había llegado el momento de leer lo que me había pasado. Era una forma de entregar mis sentimientos para que me conocieran más profundamente.
Cada uno lo leyó por su cuenta. Los ojos llorosos de mi hija me dieron a entender que le había llegado a lo más profundo de su alma. Mis otros hijos, sintieron lo mismo. El más chico, que en realidad era un adolescente maduro, me abrazó para llorar junto conmigo.
Se que algún día partiré y que me dolerá en lo más hondo dejar a mis seres queridos, en especial a mis nietos. Tengo la esperanza de que mis hijos los acompañen hasta que sean grandes, y que no les pase lo mismo que yo viví. Perder un padre, o una madre, tan joven deja heridas que nunca terminan de cerrar y nos marcan la existencia para siempre.
