Una mano. Izquierda. Humana. Desconcertantemente humana.

Horrorosamente humana. La descubrió Lorenzo Caules (49 años, casado, tres hijos, agricultor de siempre en Médano de Oro, Rawson) cuando recorrió los pocos metros que separan su casa de la calle, como siempre, para dar un vistazo, saludar a algún vecino y, de paso, ver si alguna basura obstruía el paso del agua por la acequia. Fue ahí que la vio entre chepicas a un costado de la entrada. Nítida, morada, llena de moscas. Se sorprendió, se desconcertó, pero no la tocó, ni siquiera a través de un palo o una caña. Optó por llamar a la Policía y pensó que el resto del cuerpo estaría por ahí, pero no lo buscó. Eran alrededor de las 9 del 15 de enero pasado en ese tranquilo lugar de la vieja calle 5 entre Ramón Franco y López y Planes, cuando el macabro hallazgo llamaba la atención de la familia Caules. Y también de varios policías, que enseguida llegaron para revisar acequias, malezas y potreros por si aparecía el resto del cadáver.

Había datos de sobra para pensar en una maniobra criminal: la mano estaba blanda, seccionada a la altura de la muñeca, sin las primeras falanges de cada dedo. Más tarde, datos informales del examen del médico forense, revelaron que llevaba por lo menos 48 horas de cortada con algo filoso, que el corte pudo ser post mortem y que pertenecía a una mujer de entre 40 y 50 años.

En días subsiguientes la Policía volvió a la finca de Caules y terrenos aledaños para revisar, para averiguar también sobre su vida porque más de un pesquisa creyó ver en la mano un mensaje mafioso hacia ese agricultor.

‘Yo nunca tuve problemas con nadie y no lo vi como un mensaje hacia mí, siempre pensé que habían sacado esa mano de un cementerio’, dice ahora Caules, que por entonces vivió días algo alterados, con policías buscando, con vecinos preguntando, conjeturando. Y con él mismo desviando más de una vez su mirada y sus pasos hacia algún recoveco de la finca por si aparecía otra señal, algo que hubiera pasado inadvertido a la mirada de los pesquisas.

Pero el resto del cuerpo jamás apareció y el caso se pobló de hipótesis: ¿un posible homicidio? Podía ser, porque la mano estaba recién cortada y aparecía sin las primeras falanges de cada dedo, clara muestra de que el autor no quería que identificaran al dueño de esa extremidad. Pero si no era un mensaje para Caules, ¿por qué cortarla y arrojarla en la entrada de su casa?

¿Acaso cortaron la mano en algún cementerio y la usaron para alguna brujería o para hacer una broma? También cabía esa posibilidad, pero los policías de Homicidios revisaron, pidieron informes en cada cementerio y no se toparon con ninguna profanación ni nada extraño. También consultaron en los hospitales pero allí -dijeron- ningún mutilado apareció buscando ayuda médica.

¿Y si la trajeron de otra provincia? ¿Por qué no la reclamaron de otro lugar si fue así?

¿Cómo explicar entonces ese fenómeno de extrema rareza en la vida de los Caules y en la historia policial sanjuanina?

El caso, inédito según la Policía, parece enfilar hacia el olvido, que día a día gana terreno en la investigación. El ejemplo más patente de una promesa de archivo está en el Tercer Juzgado de Instrucción dirigido por el juez Guillermo Adárvez: desde allí pidieron por escrito a la morgue judicial un informe detallado del examen médico sobre la mano el pasado 11 de abril, pero aún no tienen ninguna respuesta.

Varios pesquisas ligados estrechamente a la investigación, aún hoy siguen sin saber cómo descifrar semejante enigma, que con el paso del tiempo fue relegado al margen como caso, sobrepasado por la urgencia o el peso de otras investigaciones.

Olvido también es lo que experimenta el propio Caules, cuando sale como siempre a distraerse un poco en la puerta de su casa y ya no es sorprendido por la imagen de la mano ni sus interrogantes como en aquellos días de mediados de enero.

La mano sin dueño, aún sigue en la morgue judicial.