En un país en el que no se respeten los marcos institucionales, pueden sobrevenir situaciones inéditas como confundir las verdaderas metas de la sociedad y con ello desconectar a la ciudadanía de los objetivos que tiene que cumplir como grupo social con vistas al futuro.

El fin de año ha servido para conocer opiniones políticas y especiales y hubo una coincidencia en afirmar que en nuestro país existe un atraso institucional y que por ello la Argentina está aislada en el plano internacional. Prueba de ello la imposibilidad de acceder al crédito de los organismos multilaterales

Se reclamó, asimismo, la división de poderes, el respeto por las instituciones y la seguridad jurídica como principios republicanos irrenunciables. Hecho que comenzó a resquebrajarse con la presidencia de Néstor Kirchner y que siguió con la actual gestión presidencial de Cristina Fernández.

Hubo coincidencia en afirmar que en 2009 se multiplicaron las presiones del poder político a los jueces, se acentuó el intervencionismo estatal en beneficio de negocios privados que fueron a caer en manos del matrimonio o en algunos de sus amigos del entorno presidencial, con los que tejen los juegos del poder.

Lo más criticado fue la sanción de la Ley de Medios Audiovisuales, considerada un verdadero atropello a la libertad de prensa que tan mal entienden -y además desprecian- los Kirchner para quienes disentir con el poder es poco menos que un delito. Se agregan a la cuestionada norma otras figuras claramente inconstitucionales, motivo por el cual varios jueces hicieron lugar a diferentes presentaciones de los sectores afectados.

En este contexto de autoritarismo se conocieron las declaraciones de un importante representante de los Estados Unidos, en gira sudamericana, que en la Argentina falta seguridad jurídica y que esto arrojará resultados desalentadores, en particular en las relaciones comerciales y las inversiones de las empresas de ese país. A pesar de las durísimas reacciones del oficialismo por las citadas manifestaciones, es difícil poner en dudas esas críticas, porque que estas sucesivas gestiones presidenciales han cambiado sistemáticamente las reglas de juego, en nombre de un nuevo modelo que carece de consenso mayoritario, como lo expresó la ciudadanía en la última consulta electoral. Además, cualquier observador extranjero juzga la situación por los hechos, porque es una realidad palpable.

Tampoco se entiende en el mundo a una democracia como la argentina, que no admite las críticas u otros puntos de vista -y no hay que aceptarlo- porque quienes disienten con el gobierno con considerados desestabilizadores o golpistas. No hay actitudes golpistas, sino gente que no quiere que le den vuelta la vida en nombre de una realidad que no comparten y lo expresan por los canales correspondientes.

Es hora de pensar en el país y sus hábitos, en los muchos argentinos que hicieron patria trabajando legalmente, e hicieron los aportes previsionales durante una vida, para que luego vean vaciar la ANSES y el PAMI y dilapiden sus fondos con hechos que nada tienen que ver con la realidad de los jubilados aportantes y el sistema previsional.

Es hora de reclamar y de hacer notar que el autoritarismo de los que mandan nada tiene que ver con una ciudadanía ejemplar desde todo punto de vista; de ciudadanos que pagan puntualmente los impuestos aunque después sufran una serie de privaciones por falta de recursos que se malgastan en prebendas oportunistas.

El disconformismo de jubilados aportantes, al que también se suman los trabajadores activos en su gran mayoría, rechaza los atropellos del kirchnerismo, que debe apoyarse en el clientelismo político o otros sectores interesados que le son afines al modelo, como es el caso de la CGT de Hugo Moyano, que maneja trescientas veces más dinero que Salud Pública. Algún día tendrán que dar cuenta de estos atropellos ante la Justicia, porque de ello dependen la salud y o la vida de muchas personas.

Uno se pregunta si los argentinos son demasiado indulgentes. Sí lo somos, por lo menos demasiados confiados. Se les da tiempo a los nuevos mandatarios para explicar sus planes e iniciarlos pero cuando no cumplen, se les retira la confianza que nunca recuperarán.

A quienes están de paso -y los ya mencionados lo están- este sentimiento popular no les interesa, solo les interesa el momento de cambiar algo para consolidar la hegemonía y el poder. Lo grave es que obran sin disimulos como si fueran los hacedores del Olimpo, pero la realidad, esa realidad ya sopesada por el pueblo, la tienen frente a sí como a un espejo inevitable. Un espejo que segundo a segundo les muestra el error.