Para los paleontólogos y el equipo del Museo de Ciencias Naturales de la UNSJ no fue fácil llegar a los fósiles en Marayes: fueron en medio de una tormenta de viento Zonda, el sol partía la tierra y tuvieron que armar carpas de trabajo para poder hacer sus excavaciones de noche, alumbrados con lámparas. En el camino tras el ingreso a Balde de Leyes, la primera vez que fueron tras el tesoro pincharon en siete oportunidades, sobre todo con las ramas de jarillas que se quebraban y rajaban las cubiertas. Y en plena campaña, tuvieron que pegar la vuelta porque el agua, por más que la habían racionalizado, ya no alcanzaba para todos. Según contó Ricardo Martínez, fue invaluable el aporte de la familia Leyes, puestera del lugar. No sólo fue uno de ellos quien reveló, de casualidad, la existencia de los fósiles (había ido a comprar pasto a la finca de Martínez cuando se lo contó), sino que además preservaron lo hallado y pusieron toda su hospitalidad al servicio de los científicos. Igual, el clima era capaz de romperle la paciencia a cualquiera. Por eso el trabajo en ese paraje es valorado de forma especial por quienes lo protagonizan.
