Ante la celebración de la Navidad, es importante reflexionar sobre la necesidad de recuperar la calma, para admirar agradecidos la vida humana, y ahondar en el valor de la paz. No en vano se cantan villancicos, entre los que se destaca "Noche de Paz”, cuya letra invita a vivir el silencio de las armas y del corazón para contemplar el misterio de un Dios hecho niño. El pesebre muestra en el centro a una criatura que representa al Salvador nacido en Belén. Se trata de un Dios que revela su grandeza mostrando su pequeñez y fragilidad.

Navidad es una fiesta de los cristianos, pero que se transforma en una respetuosa invitación hacia todos los hombres y mujeres, sin distinción de credos, para que, con un corazón sin la mancilla del rencor, de los resentimientos o distanciamientos familiares, sepan descubrir el valor de la proximidad que cuide la dignidad y la fragilidad de los otros. En esta fecha, la necesidad de hacerse cercanos a los demás, especialmente, a quienes sufren, se convierte en un imperativo que no admite retrasos. Es que la fragilidad del Niño de Belén, hace recordar a todos aquellos que experimentan la debilidad en cualquier modo.

Hoy urge la necesidad de estar cerca de quienes viven marginados por la indigencia que deshumaniza y esclaviza, al igual que de aquellos que viven las nuevas formas de pobreza: los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados. Cómo no pensar y estar cerca de las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos. Sin embargo, entre ellas encontramos constantemente los más admirables gestos de heroísmo.

Entre esos débiles, que el pesebre nos invita a tener presentes y cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy en muchas partes del mundo se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo.

Es de desear, que al llegar el momento del brindis y saludo navideño, no sólo lo hagamos con los que tenemos cerca, sino que el recuerdo vaya también a quienes sin quererlo deben vivir una Navidad en soledad o sin una caricia.