Desde las sillas de ruedas algunos aplaudieron y movieron sus brazos sin parar, mientras que otros ancianos se animaron hasta bailar reggaetón, casi con el mismo ritmo que los jóvenes. Así, se vivió ayer el cierre del Mes de la Juventud en la Residencia de Ancianos Eva Duarte de Perón, en Chimbas. Durante el encuentro participaron más de 350 chicos de los Centros de Actividades Juveniles (CAJ) de escuelas de Caucete, Rawson, Chimbas, Rivadavia, Albardón y Angaco. ‘Esto es como volver a nuestra juventud’, dijo Pabla Godoy, una de las mujeres que vive en el hogar de ancianos, mientras que sus amigas de la residencia asintieron con la cabeza. Los abuelos disfrutaron mucho de la alegre jornada que duró más de 6 horas.
Los dolores de las piernas desaparecieron por un rato y el aburrimiento quedó de lado. Es que el entusiasmo de los jóvenes hizo que los abuelos recibieran una dosis extra de diversión, que los hizo hasta olvidarse de los achaques propios de la edad. ‘Es muy lindo que los jóvenes nos traigan su alegría, para que nosotros nos sintamos vivos y fuertes. Además, estamos pasando un día distinto y hermoso’, dijo Eusebio Zárate, un anciano de 80 años, que desde su silla de ruedas disfrutó hasta de cuentos que le leyó un grupo de chicas.
La jornada de ayer arrancó cerca de las 10 de la mañana. Los chicos de los CAJ invadieron cada rincón de la residencia y llevaron alegría a los abuelos. Bastaron pocos minutos, tras el arranque de la actividad, para que los ancianos y los jóvenes dieran rienda suelta a la algarabía. Con guitarras criollas y eléctricas le pusieron música a la mañana. Así, hasta las celadoras del hogar de anciano cantaron desde clásicos del folclore argentino, hasta algunas canciones de rock.
El encuentro fue como un popurrí de actividades revitalizadoras. Es que, además de la música que tocaron los propios jóvenes, grandes parlantes llevaron ritmos bailables a los jardines del hogar. Los ancianos más osados se animaron a bailar y fueron los animadores de gran parte del festejo. Otros, con una actitud más pasiva, pero no menos alegre, jugaron al bingo y hasta se llevaron regalos que los mismos chicos de las escuelas se encargaron de entregar. Y la diversión, no sólo pasó por los juegos o la música, sino que grupos de alumnas se tomaron el tiempo para embellecer a las ancianas. Les retocaron los peinados, les maquillaron la cara y hasta les pintaron las uñas, para que estuvieran bien elegantes durante el festejo.
