En vísperas de Semana Santa, la Orquesta Sinfónica de la UNSJ y el Coro Vocacional -bajo la batuta del Maestro Emmanuel Siffert- subirán a escena mañana una de las obras cumbres del repertorio sinfónico-coral: Ein deutsches Requiem, Op. 45, o El Réquiem de Johannes Brahms o Un Réquiem alemán; una de las obras cumbres del compositor nacido en Hamburgo en 1833, estrenado en 1869, cuyas particularidades la convierten en un hermoso desafío no sólo para los intérpretes, sino también para el público.
Tercera vez que se ejecuta en la provincia, una de las diferencias más palpables es que este réquiem no sigue -como lo hacen por ejemplo el de Mozart (1791) o el de Verdi (1874)- la estructura litúrgica de la misa de difuntos (o Missa pro defunctis de la Iglesia Católica Romana), sino que la organizó en siete movimientos, con textos que no son en latín, sino fragmentos del Antiguo y del Nuevo Testamento en alemán, por lo que se lo rotula como un réquiem luterano, al que también han llamado -desafortunadamente acotan varios – ‘un réquiem ateo’ por nombrar muy pocas veces a Dios.
Su mensaje, además, está más lejos de los difuntos y más cerca de los dolientes, más alejado del ‘juicio vengador’ y los ‘días de ira’ y más próximo a una meditación sobre la vida y la muerte, al consuelo, a reconfortar a los que quedan. ‘Un réquiem humano’, había dicho su propio compositor. Letra que los asistentes al concierto tendrán a disposición en el programa, un acierto que les permitirá disfrutar aún más de esta propuesta.
‘Bienaventurados los que padecen, pues ellos serán consolados (Mateo 5.4)’, inicia Brahms. ‘Qué dulces son tus moradas, ¡Señor de los ejércitos! Mi alma se desespera y suspira por las cortes celestiales; mi cuerpo y mi alma se alegran del Dios vivo. Bienaventurados los que habitan tus moradas, que te alaban por siempre. (Salmo 83, 2, 3 y 5)’, dice el quinto movimiento de esta joya, donde si bien los solistas tienen aquí su lugar destacado -barítono y soprano-, es la masa coral la que ostenta un protagonismo rotundo, ya que está presente en todo el desarrollo, desde el comienzo y hasta el final.
Si bien no hay cosa juzgada en cuanto a su inspiración, se dice que dos pérdidas movilizaron al autor a escribir este réquiem: la de su amigo Robert Schumann en 1856 y la de su propia madre, en 1865. Dos años después de esta última, tuvo lugar el pre-estreno, con algunos movimientos, y no fue un éxito (la leyenda cuenta que Wagner, enemigo de Brahms, ‘compró’ al percusionista, quien varias veces ‘metió la pata’). Pero la ‘revancha’ llegó en la Catedral de Bremen, el Viernes Santo de 1868, con el estreno de la obra completa.
‘Es una obra con un mensaje esperanzador y musicalmente bellísima’, sintetiza José Domingo Petracchini, al frente del Vocacional; cuyo padre -el siempre recordado Maestro Juan Argentino Petracchini- la hizo por primera vez en San Juan en los años ’90. En 2012, el Réquiem de Brahms volvió al Juan Victoria, también con el Vocacional y la Orquesta, pero esa vez junto al ensamble alemán Heinrich Schütz dirigidos por Martín Steidler.
Casi 10 años le demandó a Brahms componer su réquiem (desde 1857 a 1868) y varios días los que les llevó a músicos y coreutas locales ponerla a punto, ya que no sólo tienen que cantarla en alemán, sino también sacar las armonías, que fueron innovadoras para su época.
‘Es una obra melódica, consonante, audible, pero es complejo lograr sus acordes’, comentó Petracchini, que destacó la ‘espiritualidad’ que trasunta, en letra y música.
