La trágica muerte del dueño de un lavadero a manos del padre de su cuñado que, empuñando una escopeta, lo mató de un tiro en el pecho la noche del 22 de diciembre de 2010 en medio de una pelea entre ambas familias, cerró ayer con una condena para el acusado, el verdulero Juan Fernández, 64 años: el juez Ricardo Alfredo Conte Grand (Sala III, Cámara Penal) lo castigó con 8 años y 6 meses de cárcel por homicidio simple.
Así, el magistrado adhirió al planteo del fiscal José Eduardo Mallea quien había pedido 9 años de prisión porque creyó probado que Fernández cometió un homicidio simple y no uno agravado por alevosía (matar a traición), la acusación inicial que pesaba sobre el verdulero.
El fallo representó un revés para los defensores Jorge Herrero y Jorge Villalba, quienes pidieron la absolución para su cliente porque entendieron que sólo se defendió de una agresión ilegítima o se excedió en su defensa. Como última opción, pidieron al juez aplicar el mínimo de la pena por homicidio simple.
El trágico episodio en el que murió Julio César Romero (32) comenzó la tarde de aquel 22 de diciembre, cuando Bárbara Romero llegó golpeada a la casa de una hermana y señaló a su pareja David Fernández (aún prófugo) como autor de la golpiza.
Cuando Julio César se enteró, fue a reprocharle a David por su violenta actitud. Ese encuentro en medio de insultos provocó que, luego, David, su padre y otro de sus hermanos llegaran al lavadero de Romero. Entonces hubo una primera manifestación de violencia extrema cuando David con una escopeta ‘tumbera’, lanzó un disparo para amedrentar a su cuñado.
La consecuencia no se hizo esperar. Julio César buscó a un hermano y con otras personas más que subió en su camioneta, llegó a las 22 a la casa de Juan Fernández en General Acha al 1887 Norte, en Concepción, Capital. Allí rompieron los vidrios del auto de David y del camión de su padre Juan, en medio de insultos y amenazas cruzadas.
El mismo Juan admitió en la investigación que sacó una escopeta (nunca localizada) ‘para apaciguar’, aunque para la Fiscalía quedó probado que el resultado de su intervención estuvo lejos de esa intención, porque su disparo fue certero y no le dejó ninguna chance a Julio César Romero, quien murió en el hospital.
