La consola de mando El control o cerebro. El motor o compresor Los miles de tubos
Es el aparato de madera que se ve sobre el escenario. Lo ejecuta el organista. Está formado por 3 teclados superiores y una pedalera. Además, posee 70 perillas o llaves (una por cada registro) que se ponen en funcionamiento formando distintos conjuntos, cuando el músico presiona diferentes botones. Eso le permite generar diversos registros.
Está en una habitación ubicada debajo de los tubos y se llama ‘Control de programas de acople‘. Permite que varíen los registros. Para que funcione, el organista presiona un botón que está en el órgano, eso hace que las 70 llaves cambien de posición en conjunto. Sergio Silvestri lo llama el cerebro, ya que permite el cambio de un sonido a otro.
Es el encargado de darle aire a los fuelles que, a su vez, le transmiten la presión a los tubos, para que funcionen cada vez que el músico oprime una de las teclas. Lo que le permite cumplir con su función son las grandes mangueras que salen de él y están conectadas a los tubos. Para Sergio Silvestri es como el sistema circulatorio del órgano.
Son 3.565 y poseen distinta altura y ancho. Los más grandes emiten los sonidos graves y los más pequeños, los agudos. Entre ellos hay tubos de madera, de cobre y de una aleación de estaño y plomo. Los dos últimos generan el sonido brillante que distingue a los órganos de concierto litúrgicos. En conjunto permiten generar 215 notas.
