"Eh -le dijo César Lépez a Fabián Gramajo ni bien le identificó la voz cuando se encontraron de casualidad en un centro comercial-, no te olvidés de lo que me prometiste". Gramajo, al frente de la Agrupación Evita, lo recordó de golpe: César era ese adolescente ciego que había subido a cantar al escenario del chocolate de la agrupación en el Día del Niño 2009, el mismo al que un mago le regaló el conejo que sacó de su galera, el mismo que agradeció el gesto pero se animó a más y pidió una bicicleta. Algo que dejó perplejos a todos, ya que no imaginaban a un no vidente pedaleando. Pero que activó tanto el espíritu solidario, que terminaron haciendo una cadena, cada uno hizo o puso algo, y finalmente ayer César recibió una bicicleta doble, tipo tándem, para salir a pasear con su hermano.
Si bien fue la agrupación la que motorizó todo, para terminar regalándole la bici a César ayer por la tarde en el festejo multitudinario del Día del Niño 2010 en Chimbas, fueron más las personas involucradas. Por ejemplo, quien dio la primera puntada no es miembro del grupo, sino allegado. Se trata de un periodista radial que consiguió dos cuadros de bicicross rodado 20, ideal para el tamaño del chico de 13 años. Otro se encargó de pagar el armado, luego el bicicletero hizo un descuento más que interesante por la mano de obra y finalmente otro solidario, que tiene una imprenta de calcos, puso los stickers con el nombre de César. Ya estaba todo listo. Sólo faltaba aguantar hasta último minuto para que fuera sorpresa.
Y así fue. César, ya abonado a los chocolates masivos que hace la agrupación (y que ayer contó con unas 7.000 personas, ya que el evento era especial porque cumplía 20 ediciones consecutivas), no se perdió la fiesta en la Villa Centenario. Pero no tenía idea de la bici, su ilusión en realidad era volver a cantar sobre el escenario. Lo hicieron subir, entonó una cumbia y le hicieron coros. Y cuando finalmente le dijeron de la bici y se la dieron allí mismo, para que la tocara y se sentara con su hermano al manubrio en el asiento delantero, al chico le empezaron a caer las lágrimas. "Ya es tuya. ya es tuya", le repetía alguien desde atrás, y a César se le atragantaba el agradecimiento y se secaba el llanto con un pañuelo de papel.
Fue el momento más emotivo de la celebración de ayer en Chimbas, y también uno de los más emocionantes que recuerden en dos décadas de chocolate gratuito para agasajar a miles de niños de un sector muy humilde de Chimbas. Y se notaba no sólo en el rostro del chico y su hermano (y ahora piloto) Mario, sino también en la avalancha de aplausos que subían desde la multitud en la calle, para darle la derecha a la cadena solidaria de la tarde.
