La carta manuscrita es hoy una habilidad humana en extinción, se lamenta Jaim Echeverri. Vemos que son los mensajes de texto y la nueva tecnología lo que se impone. La letra cursiva en una carta es la que permite, que el pensamiento fluya en armonía, volcándolo en el papel y nos permite la lectura y relectura a través del tiempo.

En una carta se revela el lenguaje del alma, la personalidad y el estado de ánimo. Es una fuente histórica propiamente dicha, es lo que ha llegado hasta nosotros como efecto cognoscible de los hechos en cuantos a confidencias personales, aunque sea una fuente incompleta por sí sola. A veces sólo puede ser comprendida si tenemos delante la manifestación del destinatario. En el caso que tratamos es una carta contestación. Es un original, escrito de puño y letra por Vicente Celestino Mallea, en respuesta a una carta anterior. Breve pero llena de contenidos personales, con palabras que expresan bellos y delicados sentimientos.

El papel con anchos márgenes negros expresan el luto de acuerdo a las costumbres de la época, enmarcan el contenido. Fechada en San Juan el 30 de octubre de 1891, está dirigida a los alumnos de la entonces Escuela de Ingenieros, señores Virgilio Raffinetti, Néstor Echeverry, Abraham Tapia, Juan Yones, José Tascheret, Erasmo Cancino, Estanislao Vera, Horacio Gómez, Juan Cambell, Juan Estrella, Waldino Molina, Rodolfo Echevarrieta, Manuel Gallardo y Camilo Aguiar.

Luego viene el contenido que podemos dividir en dos partes. Primero agradece el acompañamiento que los jóvenes por carta escrita el día antes le hicieron llegar con motivo del fallecimiento de su madre. Conmovido profundamente se siente reconfortado y lo expresa con el sentimiento de gratitud que lo invade. Encuentra algo de consuelo y resignación en medio de su tribulación en una herida abierta y sangrante, ha perdido a su madre, su cuna, su tronco, por eso vibran las entrañas de su alma.

En la segunda parte habla del amor a la Patria, la fe en el porvenir, el entusiasmo por el estudio, las simpatías ardientes por todo lo bello, lo justo que debe adornar a la juventud, sentimientos que se los puede poner a la altura de lo primero: la fuerza del amor materno. Al hablar de la familia lo hace considerando que es la Patria en miniatura, amores que solo la muerte extingue. Sabía muy bien Mallea: Que todo hombre es elemento del progreso y este tiene un precio: genio y trabajo, esfuerzo y responsabilidad en la vida.

Para Vicente Celestino Mallea la preparación a través de la educación de los jóvenes, es como un río rojo que corre por las venas, agua clara y nutricia que sube por raíces y tallos. Esas ideas expresadas en pocas palabras son fuentes creadoras, que no solo lo elevan al hombre, sino que los hace permanecer con lugar propio en la Historia.

La carta escrita en su domicilio de la actual calle Mendoza 112 (numeración antigua) entre Mitre y Santa Fe. Allí estaba la antigua casona de los Mallea. Testigo del San Juan que se fue y víctima de la piqueta y el progreso: habitaciones grandes, patios generosos con plantas, parrales al fondo, delimitada por medianeras, fue testigo de hechos trascendentes de nuestro difícil pasado provincial, lleno de violencias políticas, intrigas y asesinatos.

Allí, en 1884 estando un grupo de personas notables, cuyas biografías, cargos, parentescos entre sí, escapan a la brevedad del trabajo. Embozados entraron y le dieron muerte a don Agustín Gómez, hirieron al Dr. Anacleto Gil, Ese atentado tuvo repercusión nacional. Para 1894 la casa seguía siendo de Vicente Celestina Mallea, según un informe sobre los daños del terremoto del 27 de octubre de ese año y que tenemos a la vista.

Hoy nada recuerda al sitio histórico, es una pena porque tenemos que tener en cuenta, que como seres sociales que somos, tenemos necesidad de dejar constancia y preservar nuestro pasado histórico, porque nos ayuda a reafirmar nuestra identidad.

(El original de la carta fue cedido en su momento por Elvirita Ruiz Alvarado).