Las rosas blancas trepadoras, que se amontonan haciendo un muro verde en el frente, atraen las miradas sobre el predio. Detrás, a mayor altura, asoma la bodega familiar y en medio, rodeada de jardines y árboles centenarios, está la casa. Simétrica, cuidadosamente pintada de beige y blanco y estratégicamente situada con el frente hacia la calle 11 en el corazón de Villa Aberastain, en Pocito, combina en el conjunto los rasgos de una casa de campo con un aire señorial que le da su altura y sus ventanas largas y angostas de doble hoja pintadas de blanco. Parece una casa más, pero un rasgo de rareza la convierte en singular: los muros no son de ladrillo ni de adobe, sino de paneles de corcho encastrados en una estructura de perfiles de acero laminado, un conjunto que soportó los terremotos de 1898, 1944 y 1977.

No tiene cimientos: está montada sobre una estructura de madera que está apoyada a 80 cm del terreno natural. Y es tan liviana e indeformable que hasta fue movida de su emplazamiento original cuando se elevó la cota de la calle, al realizarse el pavimento.

Su actual habitante, Roberto Vega, es hijo de quien compró la casa a los dueños originales, la familia Devoto. "Es una casa cómoda, amplia y ventilada. Por sus características, creo que es muy apta para actividades turísticas: por ejemplo, un restaurante de campo para aprovechar al máximo la galería y la pérgola bajo la cual se encuentra el parrillero y la mesa", dijo.

La historia de la casa es tan singular como la casa misma. Se la conoce como Vivienda Devoto en honor a quien fue su primer propietario: Américo Devoto, un francés que estaba emparentado con el fundador de la villa homónima en Buenos Aires. Fue él quien, en ocasión de participar de la Exposición Mundial en París en 1889, hizo traer en barco los paneles de corcho y demás materiales con los que fue construida la casa.

Un análisis realizado por un equipo de investigación de la Facultad de Arquitectura de la UNSJ describe la casa como de esquema geométrico regular y sencillo, ceñido a la influencia europea. Dos columnas de hierro fundido y un desnivel jerarquizan la entrada principal, donde hay una galería. El techo es de chapa ondulada de hierro galvanizado, a dos aguas, sobre una estructura de cabreadas de madera. Originalmente el piso fue de madera, pero cuando se desplazó la casa, se colocó piso granítico. "La casa es bastante fresca, incluso en verano. Lo mejor que tiene es la claraboya, que permite la entrada de luz natural todo el día y la galería del costado", dijo Roberto Vega.

Hacia el fondo, una puerta y dos aberturas de vitraux pintan de colores la luz que filtran. Única e irrepetible, la casa de corcho de Pocito respira la cultura que vino de otras tierras y que se quedó en ésta, sobreviviendo aún a sus más violentos sacudones.