El brote de dengue, que sigue avanzando en el país, es el peor de la historia según ha reconocido el director de epidemiología del Ministerio de Salud de la Nación, Juan Carlos Bossio. Sin embargo, esa cartera sigue negando que se trate de una epidemia a pesar de casi 12.000 personas infectadas, según datos oficiales, aunque la cifra podría ser mucho mayor.

El peor antecedente de la enfermedad en la Argentina data de 2004, cuando la virosis afectó a 1493 habitantes de Salta, Jujuy y Formosa, originadas en picaduras "autóctonas" del mosquito transmisor. En esa oportunidad hubo una rápida respuesta preventiva y pudo controlarse la propagación del mal. La situación actual es diferente porque los contagios se daban en Brasil, Bolivia y Paraguay y funcionó una barrera sanitaria que ahora parece imposible por las diferentes localizaciones del brote. Es así que el ministro de Salud bonaerense, Claudio Zin, aseguró el sábado último que en el territorio provincial hay 29 casos confirmados y 69 sospechados de dengue, todos "importados" de otras regiones, especialmente de Chaco, Salta y Corrientes.

Sin declararse oficialmente una epidemia de dengue en todo el territorio nacional, las acciones preventivas se dispersan y sin crear conciencia del riesgo que corre para mantener un alerta constante. Los desaciertos políticos ignoraron las advertencias de los especialistas y se cometieron errores como los admitidos por el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich.

Entre las duras batallas que el país tiene que librar imperiosamente en defensa de la salud, no se incluyó la que concierne a la prevención del dengue, una auténtica amenaza sanitaria para Argentina. Esta afección viral grave, contagiada a las personas por las hembras del mosquito Aedes aegypti, también transmite la fiebre amarilla urbana. Esos insectos, generalmente sedentarios, se desarrollan entre los 45° de latitud Norte y 36° de latitud Sur, preferentemente en el entorno humano: viviendas y sus alrededores, donde buscan refugio y depositan sus huevos en el agua estancada, desde neumáticos abandonados hasta floreros.

Transmite el virus a una persona sana después de haber picado a una enferma y no hay ningún medicamento que cure esta enfermedad. La única forma de afrontarla son la cooperación, la prevención y la educación, en base al esfuerzo coordinado de los organismos gubernamentales y la cooperación solidaria de la población.

Es necesario comprender que sólo una alianza férrea y solidaria de las autoridades y la comunidad, tendrá la fuerza para detener la ofensiva del dengue.