El premio a la fidelidad. El mejor regalo para ese tan bien llamado “Jugador Nº 12”. Así, con ese apodo, los jugadores se refieren al hincha de Sportivo. Ese loco incondicional que acompañó desde el primer día allá por febrero. Es que es difícil encontrar en el fútbol de hoy en día el acompañamiento desmedido como sucedió en Desamparados a lo largo de toda la temporada. Jugara bien o jugara mal, ganara o perdiera, de local y también de visitante cuando los rivales llevaron su localía al Bicentenario. Ellos estuvieron siempre. Si hasta en Córdoba, Rafaela, Mendoza y recientemente en Carlos Casares, se las ingeniaron para camuflarse y estar ahí, acompañando al club de sus amores, como dice la canción que retumba en Puyuta. Es que Desamparados genera eso: pasión y fidelidad. Porque se bancaron los dos descensos en menos de diez meses y siguieron ahí, firmes.
Contra Huracán, colmaron la cancha y obligaron para la final ante Agropecuario a la ampliación con tubulares. Y también las llenaron. No importó el horario, menos que sea el Día del Padre. Ayer, cuando habían pasado unos pocos minutos de las 10, el Serpentario ya lucía colmado. Serpentinas y los ‘tubos’ verde y blanco fueron parte del colorido. Aunque por momentos la tensión les ganó a todos, el ensordecedor aliento apareció y llevó a Sportivo al gol. Ése era el tan llamado “Jugador Nº12” del que hablaban los jugadores.
Después sí, con el ascenso consumado, las lágrimas corrían en los más fanáticos. Otros abrazaban a sus padres o miraban al cielo, saludando al que ya no está y que de alguna manera colaboró para que eso sucediera.
Los festejos se trasladaron a la plaza de Desamparados. Muchos entraron a la Basílica a agradecer a la Virgencita que al igual que en el 2011, no los desamparó. Cuando habían pasado casi dos horas del final del encuentro, la caravana partió a la Plaza 25 y rápidamente retornó a Puyuta. El ascenso merecía un festejo de esa magnitud. Es que ese ascenso no fue más que un premio a la fidelidad.
