En la vida las diferencias de edades, las distancias y aún una enfermedad grave, no fueron impedimento para encontrarse bajo una misma pasión, trabajar y armar una dupla deportiva que los llevó a ganar el oro aquel martes 16 de agosto, en las Olimpiadas de Río 2016.
Santiago Lange (54 años) y Cecilia Carranza Saroli (29 años), sortearon impedimentos de todo tipo para merecer el máximo galardón.
Un repaso de cómo llegan a escribir el mejor de los ejemplos: ‘Cuando se quiere se puede’. Él tenía 18 años cuando ya se hablaba de este joven en la Náutica Nacional surgido del Yacht Club Argentino. En 1988 es cuando se convierte en olímpico en Seúl, en la clase Soling, en 1985 había sido campeón de Snipe, además de recibirse de Ingeniero Naval. Mientras, en Rosario, Cecilia solo tenía un año. ¡Quien pensaría que el destino los uniera con una pasión en común y para ganar el mayor de los galardones!.
Mientras Lange agigantaba su nombre y continuaba en su lucha en Barcelona 1992, unos juegos para los que se había clasificado al cumplir la exigencia de terminar entre los 15 primeros en un Preolímpico. Pero pudo renovar su amor por el olimpismo cuando fue noveno en la clase Laser en Atlanta 1996 y décimo en la Tornado en Sydney 2000. Hasta que en Atenas 2004 se le escapó el oro y terminó con el bronce junto a Carlos Espínola en la misma clase Tornad. Luego vino Beijing 2008 y, es allí donde ambos se encuentran para competir. Él volvió a obtener el bronce con Espínola en Tornado (también pudieron ganar el oro en aquella oportunidad) y ella fue 12a. en la clase Laser radial. Cuatro años más tarde, en Londres 2012, Lange se ausentó porque el Tornado dejó de ser olímpico y Carranza Saroli se ubicó 21a. en su última experiencia individual. Es aquí el punto de partida de Lange y Carranza, optando por el Nacra 17, un barco veloz y de similares características al Tornado, y debió elegir a una mujer para que lo acompañara como tripulante.
Ella no pudo decir ‘no’
‘El mejor de todos la estaba invitando a correr juntos’. Lo cierto es que nadie daba por sentado su final, ya que el año pasado un cáncer le quitó un pulmón pero no pudo contra su inmensa pasión de navegante y sus inconmensurables ganas de vivir. Como padre e hija sortearon una de las experiencias más duras, su enfermedad. ‘Fue tremendo. Yo lo llevé al hospital en Barcelona cuando se descompuso. Jamás pensé que podría recuperarse y acá estamos, listos para navegar’, contó su coequiper Carranza Saroli a Clarín en la previa de los Juegos. ‘El 2015 fue un año muy duro y complicado, sin embargo, mucho antes de lo imaginado, Lange estaba otra vez en su mundo, entre barcos, mástiles y velas, trabajando sobre ese proyecto del Nacra 17 que los llevó a la cima del oro. Y, continúa Cecilia, para mí Santi es más que un maestro, él es el ejemplo de que cuando alguien tiene una pasión, esa pasión la podés hacer todo el día. Nosotros somos los primeros en ir al agua para entrenar y eso es porque él siempre quiere mejorar. Me encanta navegar con Santi porque aprendo mucho todos los días. Dejé definitivamente la Laser radial con la que había salido 12¦ y 21¦ en Beijing 2008 y Londres 2012, respectivamente, y puso proa con el Nacra 17’.
El hombre que no se rinde
‘La vida es una maravilla. Soy un privilegiado por la familia y los amigos que tengo, pero sobre todo porque hago lo que me apasiona. No mido las cosas por la edad sino por cómo las vivo’, destacó el deportista para Clarín, que superó un cáncer de pulmón y vivió en un barco prestado por cuatro años.
Vivir en el agua. Esa frase puede resultar inverosímil para cualquier hombre pero Santiago Lange no es un hombre cualquiera. Esa frase es la más cercana a la descripción de la carrera deportiva de un personaje singular. ‘Me separé de mi esposa y viví en un barco. No tenía un mango, un amigo me prestó un barco y terminé viviendo cuatro años ahí’, contó alguna vez este hombre que en su sexta participación en un Juego Olímpico, récord para la misión de Río de Janeiro 2016, ganó su tercera medalla. Claro que con dos bronces en su poder, a él sólo lo obsesionaba el metal más preciado. Y al ansiado oro llegó ese martes junto a la rosarina Cecilia Carranza Saroli, el talento que eligió el gran velista argentino para su nueva aventura olímpica. ‘Mi primera preparación para unos juegos fue para Moscú en 1980 y desde entonces sueño con el oro. Dos veces se me escapó. Esta vez no’, contó al enviado especial de diario La Nación.
Compartir un sueño
La mamá de Santiago Lange estuvo presente el día de la competencia, es Ana de 86 años, tiene 6 hijos, 19 nietos y 5 bisnietos. Una historia que desde pequeños los Lange mamaron ya que su papá fue olímpico en Helsinki en 1952. ‘El pequeño Santi, nació en San Isidro, Buenos Aires y desde que tenía 4 o 5 años venía en el chinchorro detrás de nuestro barco, por supuesto mostrando su gran amor por el agua’, contó Ana a Mariano Ryan del diario Clarín. Para el campeón el 16 de agosto fue un día especial, no solo por la medalla, sino también porque por primera vez lo comparte con sus hijos
Yago y Klaus. ‘Estos Juegos son muy emocionantes para mí. Nunca lloré tanto como la ceremonia inaugural que compartí con ellos’, explicó quien sólo recibe admiraciones y respetos en cada paso que da por la Marina da Gloria, el escenario que fue el de la concreción de un viejo sueño. Es que Lange y Carranza Saroli llegaron a la Medal Race (la última regata del yachting, en la que se puntúa doble) en el primer lugar y con un sexto puesto en la cancha de Pan de Azúcar el yachting argentino consiguió la primera medalla de oro de su rica historia.
Cuando finalizó la regata Lange pudo cumplir su gran ilusión y llegó al oro olímpico. La otra, la de vivir en el agua, la cumple desde hace rato.
