Fue una vela la que desató el caos. Porque mientras la familia dormía, esa pequeña llama encendida frente a la imagen de San Cayetano prendió fuego un papel o agarró una mesa y sin que nadie se percatara transformó el living en una hoguera. Para cuando la jefa del hogar y sus tres hijos despertaron, la casa ya era una trampa mortal por el humo y el fuego. No tenían salida, pues el comedor estaba en llamas y las ventanas tienen rejas; entonces se refugiaron en un dormitorio y en un intento desesperado se aferraron a una abertura de la ventana para poder respirar y empezaron a gritar pidiendo ayuda. ‘Creí que nos moríamos asfixiados’, relató la mujer. Para suerte de ellos aparecieron unos jóvenes que lucharon por unos minutos hasta que rompieron los barrotes y así lograron salvarlos del siniestro que ayer destruyó gran parte de esa vivienda de calle Aberastain, al Norte de calle 14, en la zona pocitana La Rinconada.
Todo empezó a las 5 de la mañana. Beatríz Turesso (37), una empleada penitenciaria que es madre soltera, se despertó a mirar la hora y al iluminarse con el celular vio humo. Pensó que era un cortocircuito en el ventilador y se levantó a desenchufarlo, pero al abrir bien los ojos notó que todo estaba lleno de humo y que había fuego en otro sector de la casa. A los gritos despertó a su hija Alma (4), que dormía a su lado, y a Alexiana (13) y Nahuel (10) que descansaban en otros dormitorios. ‘Quisimos correr a la puerta de la cocina, pero había fuego en el comedor y no podíamos salir por ningún lado’, explicó. El siniestro, que comenzó en el living, se había extendido al comedor y la cocina, quemando numerosos muebles y electrodomésticos. Turesso llevó a los niños a su pieza e intentó salir por la ventana, pero no consiguió doblar los barrotes. ‘Encima no podíamos subir la persiana. Nos ahogábamos con el humo. Los chicos y yo tomábamos aire por un pequeño espacio de la ventana. Y gritábamos pidiendo auxilio’, agregó. Dos serenos de una obra corrieron a ayudarlos, y también llegaron dos jóvenes. Uno de ellos trajo un hierro y por fin lograron torcer los barrotes. Eso salvó la vida de la mujer y los niños. Después, todos empezaron a arrojar agua hasta que llegaron los bomberos del Cuartel de Rawson que terminaron de sofocar el siniestro.
