¿Cómo puede ser que un paralítico cerebral, un amputado, una persona que nació con espina bífida, o un discapacitado intelectual moderado monten a caballo? Y en este sentido, el verbo montar implica guiar al equino, indicarle su rutina y el ritmo de la misma. Esta maravillosa actividad fue la que mostró en Buenos Aires durante la semana pasada la Fundación de Equinoterapia de San Juan, que organizó la II Jornada Internacional de esta área, en la que participaron exponentes de todo el país y del extranjero, con un único fin: transmitir las novedades de esta disciplina que sorprende cada vez más por sus capacidades de rehabilitación.
Al compás de "My way" en versión instrumental, Juan (NR: se le cambió el nombre por protección a su identidad), un joven sin dominio de su cuerpo, hizo su Kür o prueba musical perfecta: llevó su caballo hasta los límites permitidos, sin pasarse, y, acompasadamente, las pisadas del animal siguieron las notas de la melodía; a su manera, Juan le indicó al equino que continuara cuando éste apenas demostró una intención de disminuir su paso simulando un chasquido con su boca, y fiel, el cuadrúpedo hizo brillar a este experimentado jinete culminando en medio de la pista exactamente con el remate final de la música.
Otro compañero que también demostró sus habilidades, ante la inmovilidad de sus piernas, alentó al caballo dándole pequeños empujones con su pelvis; "es que con ese movimiento pélvico él se integra al animal, como si las extremidades de éste fueran las suyas", explicó la titular de la ONG sanjuanina, Liliana Aguirre, quien aclaró que ambas demostraciones se trataron de exhibiciones deportivas de alto rendimiento, que implican un trabajo previo terapéutico y predeportivo.
Justamente y a diferencia de otras zooterapias, la equina tiene tres principios que hacen al caballo único, según explicó la especialista: la transmisión de calor, un estímulo sensitivo para el que lo monta (este animal tiene más temperatura corporal que el hombre); sus movimientos rítmicos y simétricos, los que permiten que el jinete tome distintas posiciones con el animal sin desestabilizarse; y el tercero y más curioso es que los caballos biomecánicamente tienen el mismo principio de locomoción humana, por lo que quienes los montan sienten que ellos caminan.
