De un salto, Luisito, caracterizado como un caballero de 1810, se paró de la silla que ocupaba junto a los otros cabildantes, reunidos con gesto serio, como si estuvieran hablando de cosas importantes. Sostenía en sus manos el papel que el chasqui acababa de entregarle, con la noticia de la destitución del rey de España, del virrey Cisneros y la conformación de una Junta de Gobierno. En la escena siguiente, otra vez el chasqui y el gesto de sorpresa de Luisito, al recibir la orden de no reconocer a la nueva Junta de Gobierno. Después, la agitación y las conversaciones, hasta que por fin llega el reconocimiento del primer gobierno patrio y el apoyo sanjuanino: las caritas de los chicos lo dijeron todo. Mientras la voz del locutor, en forma clara y pausada, relataba la historia de aquel San Juan de 1810 que recibió la noticia de la Revolución de Mayo, los alumnos de la Escuela Especial Múltiple de Pocito, todos con distintas discapacidades, interpretaban a los personajes.
Había de todo: damas con vestido, miriñaque y peinetón; criadas que hacían las labores de la casa, tiesos caballeros de jabot y sacerdotes con sus sotanas. Todos metidos en sus personajes, a tal punto que la historia era perfectamente creíble y bien presentada, porque los ambientes (locaciones, como se dice en el cine) también eran de época. Hasta los candelabros, la vajilla y la jofaina utilizada para lavarse la cara eran igualitos a los de entonces.
Es que desde que se decidieron a hacer la peli, como ellos dicen, no repararon en todos los sacrificios que había que hacer. María Teresa Puchol y María Inés Moncho, las docentes que se cargaron al hombro el proyecto de hacer algo por el Bicentenario, pero con el protagonismo de los chicos, afirmaron sonriendo que hubo que golpear varias puertas y que, por suerte, en todas encontraron respuesta. "Desde el asesoramiento de la diputada Margarita Ferrá de Bartol para el relato histórico, hasta la buena voluntad de quienes nos prestaron los trajes, la casa, los objetos, todos ayudaron. Y la Municipalidad de Pocito, que colaboró aportando para que pudiéramos filmar el proyecto", señaló María Inés.
Los chicos fueron parte desde el principio. Aprendieron el libreto, memorizaron sus papeles, aceptaron las indicaciones acerca de la actuación frente a cámaras y repitieron cada línea hasta el cansancio, hasta que todo salió perfecto. Así, dieron vida a personajes como los cabildantes y la gente del pueblo, que participó en la recreación de aquellos días de 1810. O como Juliana, una criada que representó las costumbres y quehaceres del San Juan colonial. Con mucha naturalidad, Juliana llenó la jofaina con agua fresca que recién había traído del aljibe, para que la niña de la casa tuviera con qué lavarse la cara. Después, corrió las pesadas cortinas que bloqueaban la luz del sol en las ventanas y despertó a su patrona. En otra escena, la gente del pueblo que iba y venía por las calles a caballo, fue interpretada por chicos que participan del proyecto de Equinoterapia.
El resultado fue una película de casi una hora de duración, en la que los chicos discapacitados de la Escuela Múltiple de Pocito demostraron que, con los recursos que tienen a mano, pueden ser muy buenos actores: tanto, como para recrear el San Juan del siglo XIX y que todos aplaudieran su trabajo, como si estuvieran en el cine de verdad.
