Algo está pasando cerca del Arco del Triunfo. La avenida de los Campos Elíseos es una fiebre de tránsito y el cielo de la ‘capital” del Viejo Continente ya no es azul, ni tiene las 12 estrellas de la Unión Europea. Es la bandera francesa que, desplegada por miles de jóvenes, luce revolucionaria a 15 años de la muerte del siglo XX. En ese estratégico VIII Distrito de París donde uno no se cansa de caminar por si es la última vez, en estos días los franceses rechazan una vez más el plan de reforma laboral del gobierno. Y en ese ir por un cambio del proyecto oficial, comienzan a gestar el nacimiento de los ‘Nuit debout’ (noche de pie o noche en vela en la plaza de la República), copia casi fiel de los ‘indignados”, materia prima española para dos nuevos partidos políticos, que terminaron con la bipolaridad socialistas-conservadores en la tierra de Rajoy. Y si bien esta movida parisina de 2016 ya está recordando una mítica anterior, está lejos de la gran tensión social francesa de ‘Mayo del 68’. ¿Por qué han pasado 48 años? No sólo por eso. En aquel momento, la sociedad buscaba evolucionar, quería transformar las costumbres, había lucha por la igualdad de sexos, por la libertad de los hijos con respecto a los padres… es decir se buscaba reafirmar una sociedad de individuos libres e iguales sin dependencia alguna, pero sin buscar la toma del poder como en la mismísima Revolución de 1789. Pero, a pesar de ello y curiosamente, también a éstas horas, por lo que hemos visto y leído en los medios, las consignas de la Revolución Francesa tienen actualidad en tanto que lo que piden los manifestantes es la garantía de los derechos de los individuos y presionar para que el Estado cumpla con estos respaldos ganados hace tanto tiempo. Las asambleas tratan temas como los refugiados, la falta de vivienda, la precariedad y el ejercicio de la democracia. Además, si la mítica revolución sirvió de ejemplo a tantos países en gran parte del siglo XX, cómo no habría de servir hoy para los legítimos herederos de aquel movimiento del siglo XVIII. En estos días, los jóvenes y más que jóvenes franceses autoconvocados no sienten que hay que luchar contra ningún enemigo en esta patriada, sino que exigen un cambio. Sin embargo no se quedará por lo que se ve, en una simple manifestación de unas semanas. La del emblemático 1º de Mayo, Día del Trabajador, dejó como saldo 18 personas detenidas y 2 heridos. Poco antes, en París, se movilizaron entre 16.000 y 17.000 manifestantes, según la prefectura de Policía, y unos 70.000, según los sindicatos, mientras que, en toda Francia, el Ministerio del Interior habló de 84.000 la cifra total. La del 28 de abril se saldó con 214 detenciones y 78 agentes heridos, y provocó que las autoridades incrementaran el dispositivo de seguridad para impedir los ‘desbordes”. Para el primer fin de semana de mayo se prevén nuevas manifestaciones. Mientras tanto, la ultraderecha crece porque en casi toda Europa comunitaria, los partidos xenófobos o también llamados ‘euroescépticos” coinciden en un rotundo rechazo a la inmigración, deportaciones, recorte de derechos y aumento de la represión contra los migrantes. Igual, esto en Francia no es nuevo. El líder ultraderechista Jean Marie Le Pen, desde los años ’90 cuando era diputado en el Parlamento Europeo, en cuya sede en Bruselas pude escucharlo, ya esgrimía a gritos estos rechazos que hoy crecen no sólo en ultraderechistas. Un peligro latente que fue heredado por la hija de Le Pen, Marine, ganadora de comicios regionales a fines del 2015, tras los ataques del pasado 13 de noviembre en París, donde murieron 130 personas. Así, está cada vez más claro que de aquí puede surgir un cambio profundo en el arco parlamentario francés tradicional, ¿Será este movimiento otro hito histórico? Habrá que ver, pero lo seguro es que en 2017, Francia no volverá a ser igual. Eso si, el ejemplo de París 68 y mucho más atrás, el de 1789, es decir, el auténtico espíritu francés, nos presagia una imposible llegada de la ultraderecha al sillón presidencial del Palacio del Elíseo.