El emprendimiento que hicieron crecer a nivel nacional e internacional estaba en la zona donde hoy es el departamento San Martín y que a principio del siglo XX era conocido como Angaco Sur. El trato amigable y familiar entre estos bodegueros con empleados de distinto rango, viñateros y vecinos, hizo perdurar en el tiempo la tradición popular de referirse a la bodega Peñaflor, simplemente como Pulenta. Desde 1997 esta empresa está en manos de inversores extranjeros.
La historia de esta familia se inició en el país con Angelo Antonio Polenta, que emigró desde la localidad de Ancona, en Italia. Al llegar a Argentina, le cambiaron una letra al apellido en el Registro Civil, por lo que pasó llamarse Pulenta. En un principio, el hombre trabajó en viñas de otros paisanos en Mendoza, cuenta Mario Pulenta, nieto de Angelo.
En San Juan, el patrón de Angelo, le entregó unas tierras en Pie de Palo para que las trabajara. Con sus primeros ahorros compró 6 hectáreas donde hasta hace algunos años se llamaba Angaco sur.
Al fallecer Angelo, los 9 hijos (5 varones y 4 mujeres) trabajaron juntos. Las mujeres hacían comidas para vender. Y, con mucho esfuerzo hicieron estudiar a los niños, entre ellos Antonio Pulenta, que fue el primero de la familia en tener el título de Enólogo, porque los demás fueron autodidactas. Quinto era el mayor de los hermanos y era quien contenía a los demás, dice Mario.
De esa unión familiar nació la "Sociedad Colectiva Pulenta Hermanos", luego "Pulenta Hermanos S.A." y posteriormente se llamó "Bodegas Peñaflor", en 1956 aproximadamente, dice Mario.
Allí se elaboraban vinos para traslados. Se despachaban por el ferrocarril Belgrano hacia Buenos Aires, donde envasaban los vinos en damajuanas.
Augusto fue el tercero de esta familia que creó la bodega Peñaflor, donde todos los hermanos colaboraron. "Mucho del éxito que tuvo Peñaflor se debió a la gente del departamento que se crió con nuestros padres en aquellos años; los obreros eran como una familia ampliada", dice Mario.
Desde que se vendió Peñaflor, el apellido Pulenta igual quedó enraizado en los habitantes de San Martín, como tradición popular.
