Era un partido de fútbol y en el desarrollo del mismo hubo un equipo que fue superior a otro: el sanjuanino.
Era un cotejo del deporte popular por excelencia y terminó en una gresca descontrolada de los jugadores de Córdoba contra el árbitro Hugo Tobares.
Era la semifinal de un torneo entre jóvenes, que por ser adolescentes necesitan que quienes los guían se comporten como verdaderos caballeros.
Ayer, en la cancha de Trinidad la crónica del partido de fútbol que ganó San Juan por 1 a 0 con gol de Kevin Paratore, conseguido a los 9 minutos del segundo tiempo, pasó a segundo plano porque, más allá de alguna decisión discutible de la autoridad del encuentro, nada. Absolutamente nada, justifica la reacción del plantel cordobés contra el colegiado.
Claro que para que esta reacción ocurriera influyeron factores internos, primero y externos, después, porque el entrenador del elenco visitante Elbio Acoto se dedicó durante todo el encuentro a alimentar el caldo de cultivo en el que se cocinaron los ánimos de sus dirigidos.
El entrenador fue expulsado a los 18 minutos del primer tiempo por protestar las faltas que eran y las que no eran. Sin su presencia dentro del campo de juego y sin la necesaria presencia de agentes de la policía para -por lo menos- marcar presencia de autoridad. Este señor se encargó desde el alambrado a seguir echando leña al fuego.
¿El resultado? El que usted verá en las imágenes que ilustran el pie de esta página. Denigrantes. Vergonzantes. Inexplicables.
Es inadmisible que al frente de jóvenes se encuentren personas que no puedan controlar sus ánimos.
Pero también es inentendible que no hubiese en el estadio, agentes del orden.
¿El partido? Lamentablemente, quedó en una anécdota. Que no queden dudas, San Juan fue superior futbolísticamente a su rival.
Aún con algunos errores intentó siempre jugar y por ello es un justo finalista.
Demostró que si mantiene la actitud y la decisión de tocar el oro está al alcance de la mano.
