Creció convirtiendo con sus manos cajas de cartón en mesas o camas para sus muñecas. Jeans viejos en bolsos tras algunos cortes y puntadas de hilo de por medio. Por eso, cada vez que ve un trabajo terminado Valentina Fojo disfruta más de su título de Licenciada en Diseño Integral (carrera estudió en la Universidad de Mendoza que reúne todas las aristas del diseño: indumentaria, interiores y gráfico).
"Mi profesión me dio más herramientas y técnicas para seguir lo que venía haciendo desde chiquita. Siempre fui muy curiosa e inquieta con estas cosas. Por eso para mí va más allá de las modas. Diseñar, reutilizar, reciclar y aprovechar al máximo los materiales es una actitud ante el entorno”, se reconoce esta chica de 26 años en cada componente de sus juegos de sillones ergonométricos, mesas y sillas para exteriores construídos a partir de tachos de combustible de 200 y 100 litros, con respaldos de ruedas de biciletas, topes de manubrios de bicicletas y almohadones de desecho textil con los que quiere simular césped y dar sensación de aire libre. Justamente este mobiliario de terraza (pensado para un departamento cuyos habitantes no tienen mucho tiempo para estar en contacto con la naturaleza) le abrió la puerta a la profesión ya que fue el tema de su tesis.
Valentina tiene una premisa y la lleva adelante en cada mueble reutilizable de diseño que hace solo a pedido -trabajo que complementa con las tareas de un estudio de diseño del que es parte-: "los materiales nunca son un impedimiento para resolver una necesidad”. Para ejemplificarlo, la profesional sostiene que un objeto se puede hacer con la mejor madera del mundo o reemplazarla por los recortes que le regalaron en una carpintería, si el resultado a obtener va a ser el mismo. "Yo soy de las que no tirar nada porque todo puede servir para convertirlo en otra cosa. Reutilizar, optimizar y reducir costos es parte del proceso creativo para mí. Con esto no voy a salvar el mundo ni mucho menos, no lo hago por eso. Pero si tengo una actitud y tomo conciencia de lo que implica”, dice orgullosa de los objetos reales y útiles -está empeñada en dedicarse a no hacer meramente adornos- que crea a diario. Su secreto: elementos que no contaminen más el ambiente, que le permitan utilizar materias primas alternativas (como por ejemplo los tachos de combustible que desechaban en la empresa constructora familiar) y que visualmente sean interesantes. ¿Qué más se puede pedir?
