Mañana, 22 de noviembre, viviremos una fiesta ciudadana. Sí, participaremos de un hecho democrático, votar a nuestros gobernantes. Una democracia educativa tiene como eje central ser democrática. Ella enseña a "escuchar”, "oír”, hecho difícil en nuestra sociedad del ruido. "Escuchar” lo es más todavía y, sin embargo, depende de la actitud de escuchar la voz, las razones del otro y de las nuestras. Todo depende de la suerte de la democracia en los aspectos básicos especialmente como un "instrumento”, un proceso, en el tiempo y un compromiso personal a cada momento. Es fundamental, vivir la democracia en la escuela, una educación democrática. La política no tiene una función mediadora, sino es cabalmente conformadora del proceso de constitución de la sociedad. Ella, se concibe como la manera reflexiva de una forma de vida, como el medio en el que los miembros de comunidades solidarias más o menos emergentes, y de manera natural, se hacen conciencia, dan forma y desarrollo como ciudadanos. Todo el proceso democrático tiene un componente educativo inherente a sus valores, virtudes y aspiraciones. Pero para ser demócrata se aprende viviendo en democracia. Esta es una tarea permanente de la escuela, encaminada a desarrollar una personalidad que hace del diálogo, la confrontación de ideas y la participación de los elementos de un proceso formativo permanente. Educar para y en la democracia, ya que es considerada como el mejor sistema para resolver las tensiones y conflictos que se dan en la sociedad. Se basa específicamente en la idea de ciudadanía que participa en la construcción cultural, moral y en el sostenimiento de la democracia misma. Desde esta óptica el proceso educativo solo puede considerarse como un medio para desarrollo autónomo y crítico de las personas."No es una instancia formal e institucional, sino un estilo de vida legitimada por una norma, basada en el diálogo y el consenso” (Tuvilla 2005).
Una educación democrática deberá presentar a los alumnos diversas perspectivas y equiparlos para deliberar como ciudadanos igualitarios acerca de por qué y, cuándo resulta justificable acordar el desacuerdo sobre determinada cuestión. Es decir, una educación común para la convivencia de las personas desde la riqueza de su heterogeneidad y el desarrollo de iniciativas transformadoras a nivel educativo y social. Un curricular común, para desarrollar conocimientos, actitudes y procedimientos plurales, coherentes con los valores democráticos. Así también una organización común a fin de potenciar métodos y estrategias didácticas diversas, siempre desde los principios del aprendizaje cooperativo y en función de todos los miembros de la comunidad. "Las claves hay que encontrarlas en pensamientos como los que expresan nuestra necesidad de convivencia. Ello nos hacen más humanos y permiten conocernos a nosotros mismos”. No es en vano que la diversidad de culturas y comunidades son fuente de riqueza, y como tal deben entenderse desde la visión democrática. Los valores democráticos de la igualdad y libertad, así como sus referentes desde el mundo de la ética y de la política, poseen elementos que podríamos llamarlos mediadores, o sea, instrumentos para la construcción a través del consenso y el desarrollo de lo más humano como es a través del lenguaje y el diálogo. La educación democrática es un proceso que emana de un ideal a la vez político y educativo.