Luego de la invasión de cancha por parte de la hinchada de Villa Obrera, los jugadores visitantes tuvieron un fuerte cruce con la terna arbitral y la policía. Los propios futbolistas le recriminaron al árbitro, José Moreno, por las decisiones que tomó durante en partido. Con el correr de los minutos las agresiones continuaron y los oficiales encargados de brindarle seguridad al juez comenzaron a reprimir con balas de goma, a tal punto que un integrante del cuerpo técnico recibió un disparo en el estomago. En ese momento se desató el delirio y se repartió de todo: botellas con agua, golpes de puño y bastonazos de los uniformados. La indignación y el nerviosismo fue tal, que uno de los jugadores de 9 de Julio se las ingenió para golpear, con su mano, el rostro al árbitro del encuentro. Los insultos y agresiones se disolvieron cuando la terna ingresó al vestuario y los jugadores quedaron en el campo de juego. Para ese entonces, el público visitante ya estaba afuera de la Boutique y los hinchas de la Villa festejando por adelantado el tercer título en la historia del club.