"Con mi familia vivíamos en Calingasta y nos enteramos del golpe militar un día antes de que ocurriera. Es que por la cercanía enganchábamos las radios de Chile que el día anterior ya anunciaron la caída del gobierno argentino, así que no nos sorprendió. De todos modos significó un cambio de vida.
Tuve que acostumbrarme a llevar el documento hasta cuando iba al almacén de la esquina, a no andar tarde en la calle y evitar juntarme con mis amigos. Nunca me pasó nada, pero a mi hermano sí. Se estaba bañando en un canal, lo pescaron los militares y lo llevaron preso. Por suerte lo dejaron en libertad, si no, no sé qué hubiéramos hecho.
Creo que la dictadura llegó en un intento de poner orden ante tanto caos social, pero fue peor el remedio que la enfermedad. Se convirtió en una matanza sin sentido. El poder enceguece tanto a militares como a civiles y lleva a cometer grandes atrocidades".
