La sentencia "estamos solos en el Universo” cae por su propio peso, pues "no estamos solos, sino que la naturaleza es compartida por el ser más pequeño e ínfimo hasta el ser más grande y notable”. Es histórica la polémica de si el hombre es el centro del universo o no; obviamente esta afirmación ha tenido que ver con el concepto de razón, o facultad intelectiva que lo destaca frente a otros seres, "nous” para los griegos (mente o pensamiento), concepto introducido por el filósofo griego presocrático -Anaxágoras de Clasomene – (500 – 428 a. C.).

Si analizamos el ser humano como parte componente del universo sin ninguna duda podemos corresponder su formación de componentes químicos en análoga comparación a las investigaciones realizadas por Wang y Col en 1992, quien afirma que a nivel atómico: hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, carbono, minerales, son los componentes del cuerpo humano, con las propias de la comunidad científica de astrónomos en cuanto a la composición química de las estrellas, donde, después de la formación de helio, el proceso de las transformaciones nucleares continúa con la creación sucesiva de otros elementos, más pesados que el hidrógeno, como el carbono, el nitrógeno, el oxígeno, etc., hasta finalizar en el hierro. Desde este punto de vista desafiar la frase "el hombre proviene de las estrellas” no es para nada descabellado; menos aún sería afirmar que "no somos los únicos en el universo”.

En acuerdo, afirmamos que la existencia o no de humanoides, conscientes como nosotros y capaces al menos de intentar comprender el universo, es un problema fundamentalmente biológico, pues es la vida misma y su evolución lo que esencialmente entra en plan para comprender la aparición del hombre. Por ello, al tratarse de un tema biológico, la opinión de los biólogos debería tener mayor peso específico que la de los filósofos, físicos, astrónomos, químicos, cosmólogos y astrofísicos. No obstante, todos admiten ciertamente que pueden existir los "humanoides”. En lo que disienten es en la probabilidad de que ese acontecimiento ocurra una vez más en el Universo. Unos dicen que esa probabilidad es razonablemente elevada y otros afirman que es extraordinariamente baja.

Para unos u otros casos traigo en referencia un capítulo bíblico que describe una visión como tantas otras en los tiempos hasta hoy se han relatado y que por su documentación escrita presta valor a la cuestión planteada: "Ezequiel cap. 1 v. 1-28: Aconteció en el año ’30, en el mes 4, a los 5 días del mes, que estando yo en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron y vi visiones de Dios. En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los 5 días del mes, vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová. Y miré, y he aquí que venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente, y en medio de ella la figura de 4 seres vivientes. Y ésta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido. Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro, cara de águila. Cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos. Mientras yo miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados. Cuando andaban, se movían hacia sus cuatro costados; no se volvían cuando andaban. Y sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en las cuatro. Y sobre las cabezas de los seres vivientes aparecía una expansión a manera de cristal maravilloso, extendido encima sobre sus cabezas. Oí el sonido de sus alas cuando andaban, como sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como ruido de muchedumbre, como el ruido de un ejército. Cuando se paraban, bajaban sus alas.

Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba”.