¿Habrá sido cierto aquello de que Enrique Conti pudo gobernar la Capital con "una relación acorde a la vida en democracia" con el gremio SUOEM, y que "supo llevar el conflicto"?
Con esas expresiones salpimentó el concejal Alejandro Bravo la postura del Bloquismo en la crucial votación de hace 10 días en la que el Concejo Deliberante entregó al intendente Lima una herramienta decisiva para su gestión, como la potestad de cambiar de lugar a los empleados sin acuerdo de un gremio radicalizado.
La votación vino con sorpresa mayúscula: los socios de toda la gestión de Lima (el Bloquismo) rechazando la norma y los adversarios de toda la gestión (Actuar) apoyándola. Y una larga estela de significados, entre certezas e incertidumbres: por las primeras, que la relación de fuerzas cambiará para siempre; por las segundas, hasta dónde el incidente será capaz de minar uno de los acuerdos políticos más duraderos de los últimos tiempos, el del giojismo con el oficialismo bloquista.
Aquella frase con la que Bravo intentó maquillar la postura de su bloque -que Conti "supo llevar el conflicto" con el gremio- aparece más como una expresión de deseo que como un dato de la realidad. Y, se sabe, el pasado se puede interpretar, pero no modificar.
Un vuelo rasante por el archivo alcanza para ponerla en duda, a riesgo de lo que pueda interpretarse de la frase "una relación acorde a la vida en democracia".
Fue Conti el intendente que más sufrió los incordios gremiales después de Daniel Coll, especialmente en los dos últimos tramos. Fue el que un día despertó y se encontró con las calles adyacentes a la municipalidad tapizadas de basura, luego de una rabieta de los municipales por no haber podido acordar el pago de una deuda. Fue Conti el intendente que debió salir a contratar los camiones de la constructora Menín para levantar la basura, un día que se enojó porque los camiones contratados lo apretaron fuerte y vio allí atrás algún envión gremial. Y fue Conti el intendente que padeció la cuenta regresiva en la explanada tomada por los municipales que le marcaba los días que le faltaban para irse, a la que el propio Conti un día decidió responder con ironía y escribir la leyenda "gracias a Dios" con tiza y en el mismo pizarrón. Eso lo contaba en la intimidad el propio Conti como una anécdota sobre lo que tuvo que sufrir, hasta que ayer lo contó en Radio Colón. Lo hacía en las mismas tertulias en las que denomina al convenio firmado por su antecesor y estrecho compañero de ruta "el Corán de Caselles".
Descartado entonces el romanticismo con el que algunos ven el trato Conti-SUOEM a varios años de distancia, habrá que deducir cuánto de oportunismo político y cuánto de convicción hubo en la decisión bloquista de ir en contra de su hasta entonces socio Lima, justo en el punto que más lo hubiera necesitado.
Hasta el mismo momento de la votación, los ediles bloquistas no tenían certeza absoluta sobre cómo votarían sus colegas de Actuar, que era lo que finalmente pondría en valor una eventual rebelión contra la ordenanza. Monitorearon hasta tarde del día anterior, pero no hubo señales. Si salía, como finalmente pasó, con los colombistas apoyando los cambios y la ordenanza aprobada, la jugada no habría tenido más sentido que dar testimonio de pertenencia a la memoria de Javier.
Esas cavilaciones apoyan la insinuación de que la posición de respetar el legado del ex intendente bloquista -encima, hermano de la presidente del partido- no era terminante. Y que si hubieran sabido que la ordenanza salía igual, se podía reconsiderar la posición ante la evidencia de lo que había para perder.
Explicó después Graciela Caselles que ella no sería "la Judas de mi propio hermano Javier", en una manera de dar a entender cierto mandato partidario de no ir contra lo que había establecido el propio partido, con otro bloquista como Enrique Conti como fallido ejemplo.
Ya había sido tiempo antes convalidado el carácter innegociable del voto del concejal García -empleado de planta municipal-. Pero no era el caso de Alejandro Bravo, quien disponía de mayores libertades. Y con un voto, a Lima le alcanzaba.
El bloquismo prefirió la prisión de las acciones del pasado. En una acción peligrosa: si uno se ata a lo votado por el partido en ocasiones anteriores, corre el riesgo de pisar el palito más de una vez, especialmente en estos tiempos movidos (como bien saben peronistas y radicales). ¿Reivindicarán también a Javier Caselles cuando rompió con el Bloquismo y fue candidato a gobernador por Alternativa Federal llevando como vice al hoy cortista Adolfo Caballero? Pues bien, tanto eso como el convenio municipal fueron acciones de Caselles.
Alejandro Bravo y Graciela Caselles coinciden en un punto y difieren en otro, centrales en esta historia. Estuvieron juntos en aferrarse al dogma partidario para rechazar la reforma del convenio acuñado por un intendente bloquista, pero tienen intereses bien diferentes respecto del futuro del partido.
Alejandro reporta en las filas críticas de la conducción en su punto neurálgico: la alianza con el PJ, que el oficialismo encabezado por su hermano Leopoldo defiende con uñas y dientes y él junto al propio Enrique Conti torpedean con la idea de darle al Bloquismo un camino independiente de esa alianza. Graciela, por el contrario, no saca los pies del plato de los mandatos del Polo y continúa la línea de su antecesor Sancassani, cuya conducción hizo agua en el mismo asunto: cómo mirar el futuro. La prueba está en que la propia Graciela garantizó que continuaría la alianza con el PJ en el resto de los temas como si nada hubiese ocurrido. Y que al día siguiente partió rauda a Olivos, donde la presidenta Cristina bajó línea a los legisladores "oficialistas".
El asunto es que los quieran. Si pretendieran encapsular el diferendo en la Capital y, más aún, especialmente en la cuestión del convenio colectivo, se encontrarán con la dificultad que ya nada será como era. La razón es que esa ordenanza funcionaba como la prueba de amor: tanto flirteo previo para encontrarse unidos en los momentos difíciles.
La nueva realidad marca el surgimiento del bloque de Actuar como un factor inesperado. Que de un día para otro, se dispuso a jugar, a obtener agua para el molino propio y a dejar de lado su oposición sistemática de otros tiempos, aunque le cueste un duro enfrentamiento con SUOEM, un ex aliado que apoyó a Colombo en la campaña para intendente.
Con otro condimento: la próxima ordenanza clave a tratarse en el Concejo será nada menos que la modificación del convenio, un paso más adelante de la norma que desató la revuelta y que sólo lo reguló. Si conserva el argumento por el que rechazó el anterior, el Bloquismo nuevamente debería votar en contra. De lo contrario, quedaría escrito que aquello se trató sólo de una especulación. Y otra vez, más distancia con el PJ.
Cuando eso ocurra, tal vez se haya producido ya alguna jugada con la que el oficialismo municipal responderá a lo que consideran una ruptura unilateral de un acuerdo que tenía, por ejemplo, cargos en juego y que ahora tambalean.
Mientras tanto, Gioja sale por donde lo quieran escuchar a decir que la unión con el Bloquismo sigue y que no hay fantasmas. Traducido, quiso decir que no será él quien lo rompa, pero que si la propia dirigencia bloquista quiere avanzar en ese sentido, será bienvenida. Una manera elegante de sacarse de encima lo que desde hace un tiempo le supone una mochila.
