La expectativa en la ciudad de Rosario por el partido de ayer era mayúscula. Hasta los que dejaron hace tiempo de interesarse por el fútbol, iban a escuchar el partido por radio, como el taxista que transportó a este periodista al Gigante de Arroyito. Desde quince cuadras antes de llegar al estadio se veían muchedumbre caminando como hacia una meca. El templo lucía a pleno, por esos fieles que iban a dar su apoyo al debut del equipo en la categoría.
"El hincha de Central es muy seguidor del equipo", se adjudicaba el taxista, quien se atrevió a un análisis sociopolítico: "Usandizaga, el presidente del descenso, generó una desilusión muy grande". El otrora exitoso intendente de la ciudad en la década del "80 hoy está prácticamente demonisado. En esa esquina, una afiche de Rafael Bielsa que solapadamente lo candidatea para gobernador en las elecciones del año que viene, ratificaba que en la Chicago argentina el fútbol también va con la política, ya que el hermano del DT de Chile trabajó en los últimos años por Newell’s.
Ver el Gigante de Arroyito a una hora antes de comenzar el partido ya era todo un impacto. La sala del "teatro" mostraba muy pequeños claros por lo que habían 40.000 personas que no paraban de alentar. A las 19 horas, fue cuando entró el equipo local a la cancha. Era uno de esos momentos en el que esta hinchada no tiene nada que envidiarle a ninguna de los cinco grandes del fútbol argentino. Se levantó y bajó una marea de sonidos, colores y energía adentro del Gigante que embargaba de todo emoción.
La gente alentó incesantemente en los primeros quince minutos de cada etapa y diez después del gol del empate. Tanta pasión provocó que pasaran un momento de tensión los relatores sanjuaninos, especialmente los ubicados en la zona de pupitres, porque los plateístas le gritaron con mucha agresividad el gol del empate. Terminó el partido y los 40.000 "canallas" se retiraron en silencio masticando el resultado. A ellos también les pareció que no era injusto el empate de San Martín.
